Ello no le quita el optimismo a la Comisión Hábitat de Naciones Unidas ([1]) que sostiene que las altas densidades de las ciudades permiten ahorrar costos en materia de suministro de agua, recolección de desechos, salud, educación y uso de combustibles fósiles; y que la concentración de la producción, del consumo y de la población crea mejores posibilidades para el uso eficiente de recursos y reduce la demanda global de tierra ([2]). En la misma dirección Fabio Giraldo Izasa ([3]) refiere que desde el punto de vista económico, la ciudad, contribuye al proceso de acumulación y a la más rápida consecución de metas de productividad y competitividad, pues genera condiciones favorables para el crecimiento endógeno: capital humano, infraestructura física y desarrollo científico y tecnológico, entre los más importantes. Sin embargo esta racionalidad debería ser puesta en cuestión.
Pero no podemos cerrar los ojos y pasar por alto el lado oscuro de la ciudad, de su naturaleza esencialmente perniciosa debido entre otras cosas, a su vocación depredadora de los ecosistemas ciudad. Occidente no es capaz de percibir un mundo sin ciudades como las de ahora. Por eso continúa avalando este “modelo” , como único camino posible, sin considerar de manera seria la sobreutilización de los recursos naturales, la degradación ambiental, la contaminación, las emisiones de gas con efecto invernadero y el desarrollo de un modo de vida voraz y consumista.
Pero la verdad es difícil de ocultar y el arte es la mejor forma de revelarla. Por eso a contrapelo del discurso oficial existe desde una perspectiva crítica una vasta producción fílmica y literaria sobre el horror de la ciudad del futuro. Un poco en la línea de las anti-utopías de George Orwell (1984, Rebelión en la granja), y Aldous Huxley (Un mundo feliz), o El proceso de Kafka (llevada al cine por Orson Welles), la crítica de la urbe moderna tiene expresiones cinematográficas de la calidad de “The Wall” del grupo inglés Pink Floyd, la película “Brasil”, o la inolvidable “Naranja Mecánica” de Stanley Kubrick.
En tiempos más recientes, (1982) los creadores belgas Francois Shuiten y Benoit Peteer, que publicaron el primer álbum de la serie futurista Ciudades Oscuras: “Las Murallas de Samaris”. El éxito obtenido por este primer trabajo fue el inicio de una aventura editorial heterodoxa y muy prolífica, de la que ellos mismos dan cuenta en su libro “Las aventuras de las imágenes” (nota Ed. Autrement, París. 1996). A través de volúmenes tales como “La Fiebre de Urbicanda, de “Bruselas a Brusel”, “El archivista”, “Los libros de la sombra”, y el misterio de Wappendorf”. Shuiten y Peteers han creando un mundo que incluye a la ciudad de nuestro tiempo. En él, por ejemplo relata lo vivido en la ciudad de “”Xhystos”, víctima de una rara enfermedad. Dónde sus habitantes no pudieran encontrar el camino de regreso a sus hogares debido a lo intrincado de la trama urbana. En otro episodio, los policías que llevan al personaje Eugenio Robich a prisión, son representantes de la brigada “urbactural”, encargada de intervenir en cualquier domicilio y la vida privada de los vecinos con tal de cumplir con los planes de la ciudad. En 1996, Shuiten y Peeters publicaron la Guía de las Ciudades Oscuras (Casterman parís) donde se hace una detallada descripción de estas ciudades ([4]).
[1].- "The Global Report on Human Settlements", 1986, Oxford University Press, Oxford.
[3].- Economista colombiano, ver: "La Política del Ser", en "Pensar la Ciudad", op.cit.
[4] "La Aventura de las Imágenes (Ed. Autrement, París, 1996): "La Fiebre de Urbicanda", "De Bruselas a Brusel", "El Archivista", "Los Libros de la Sombra", "El Misterio de Wappendorf".