ARTICULO EN BORRADOR PARA COMENTARIO Y DISCUSION
Teniendo por delante la definición de territorio entendido como suelo, que consigna la Constitución Política ([1]), por lo general el debate en el Perú ha oscilado entre concebir al territorio como “suelo ocupado” donde la inversión debe merecer cierto control; o “como contenedor de biodiversidad”, que exige un manejo más escrupuloso de los recursos que posee. La madeja de dispositivos legales que existe en relación con los territorios se ubica en la intersección de ambas visiones, que forman parte en realidad una línea continua que permite al estado aplicar políticas de inversión, hasta donde la sociedad lo permita. Los desencuentros se producen a fin de cuentas por lo equívoco de esta falsa disyuntiva que intenta establecer límites al interior de las cuales teóricamente se podrían manejar las situaciones conflictivas sin poner en tela de juicio los problemas de fondo. De esta situación se aprovechan las partes para mantener la ambigüedad sobre el carácter vinculante de los instrumentos legales a los que se puede apelar en uno u otro caso.
Por el contrario, la redefinición del concepto “territorio” en la perspectiva planteada lleva a reconocer que el territorio es un sistema vivo que se desarrolla sobre la base de las relaciones que se establecen a su interior. Paso previo para aceptar la existencia de actores en el territorio y examinar la naturaleza de sus relaciones.
Ricardo Méndez ([2]) señala que frente a una visión que intentaba explicar los territorios por condicionantes casi exclusivamente estructurales, las teorías de la acción han adquirido en los últimos años un importante protagonismo en las ciencias sociales. “Este tipo de enfoques – dice el autor – centra la atención sobre la existencia de individuos y organizaciones que, a partir de la toma de decisiones, ejercen un efecto determinante sobre la construcción y destrucción de las realidades socio espaciales que interesan a los geógrafos”.
El actor en el campo de la sociología ha sido tradicionalmente sinónimo del individuo que actúa dentro de un sistema social ([3]). Con una visión distinta, para este estudio tomamos como referencia a Michel Crozier ([4]), por el grado de autonomía que atribuye a los seres humanos, que los hace capaces de adaptarse y de inventar soluciones en función de las circunstancias que se presentan. Y también, por consiguiente, al curso de los acontecimientos y a su resultado final.
Por otro lado, el comportamiento y las reacciones humanas no son totalmente predecibles, entre otros factores, porque posemos una información limitada de la realidad y por lo tanto, posibilidad restringida para tomar decisiones de manera totalmente racional. En ese sentido, la acción colectiva que orienta el comportamiento de los actores ([5]), se realiza de manera secuencial a partir de aproximaciones sucesivas y respuestas que se van aprendiendo con la experiencia, que no están forzosamente preestablecidas. Para Croizier el primer reto que tiene la acción colectiva es el logro de niveles sostenibles de cooperación hacia una perspectiva común, en un contexto en el que existen objetivos divergentes y hasta contradictorios. Cuestión que se termina resolviendo por coacción o por negociación en el marco de relaciones de poder y de dependencia, de cooperación y de conflicto, a través de juegos de diverso tipo, en un sentido y en otro ([6]).
También tomamos como referencia a Alain Touraine ([7]). Para él, la modernidad permitió la emergencia de actores sociales y culturales que bajo el impulso de la racionalidad instrumental construyeron la sociedad industrial y los estados nación, a partir de intereses y de relaciones socioeconómicas. El actor social es el sujeto, individual o colectivo, es reconocido por la sociedad que influye en los procesos de toma de decisión; y el movimiento social es la “conducta colectiva organizada de un actor luchando contra su adversario por la dirección social de la historicidad (campo formado por los actores sociales en el contexto de sus luchas), en una colectividad concreta” ([8]). No es sólo una manifestación de contradicciones objetivas, sino portador de un “contramodelo” social y cultural, que plantea otra sociedad, pero que no lucha por el poder por lo menos directamente. En el caso de América Latina, la ausencia de actores sociales puros y la predominancia de grupos con intereses mayormente segmentados habrían colocado al Estado históricamente como un actor principal, en correspondencia con las oligarquías y con los sectores sociales cooptados por los populismos de la región.
En otro texto del mismo año ([9]) Touraine sostiene que el control de las instituciones sociales y políticas sobre los procesos sociales está disminuyendo rápidamente debido a la autonomización cada vez mayor de la esfera de la economía sobre el resto de la organización social, y puntualiza que la única fuerza capaz de resistir y hacer frente a la lógica impersonal del mercado ([10]) no es ningún principio trascendental como pudo haber sido en la pre - modernidad sino el esfuerzo de individuos y grupos para defender y construir su propia experiencia personal de vida, lo que él llama “proceso de individualización”, que no viene a ser sólo la defensa del consumo de bienes materiales o culturales patrocinados por el mercado, sino la construcción de una experiencia de vida individualizada en el marco de una sociedad de masas que amenaza permanentemente los proyectos individuales y subordina a los individuos y grupos a lógicas externas.
Existen varias maneras de identificar a los actores en el territorio: Por esfera de actuación; por situación socioeconómica; por características estructurales; por objetivos e intereses frente a la problemática planteada; por relaciones de poder (capacidad para incidir sobre otros actores); por estrategia de actuación; por niveles de actuación (actores estrictamente locales; actores locales con incidencia regional; actores nacionales con incidencia regional y/o local). Nos hemos de referir acá a los actores que, en los términos de Touraine, están más directamente relacionados con las dinámicas de desarrollo en una región o en un país.
Empezando por definir a los actores económicos una primera constatación que debemos hacer es el hecho de que hoy en día el conocimiento científico y social, están posibilitando reformulaciones teóricas y prácticas que demuestran que las empresas pueden imbricarse en el ecosistema en el que actúan, y comprometerse con él. Dentro de esa lógica numerosos autores tienden a considerar a la empresa, como un tipo particular de ecosistema en el que la “economía” no es enemiga de la ecología; y donde se pone en cuestión la focalización exclusiva de la actividad sobre el producto, revalorando la importancia de los desechos, del ambiente, de los flujos y de las relaciones. Lo cual, a su vez, debería poder manifestarse en un incremento de la productividad de las empresas.
Suren Erkman, periodista y profesor en la universidad de Lausana relata que en septiembre de 1989 la revista Scientific American publicó un número especial consagrado a la gestión del planeta tierra. El articulo “Estrategias industriales viables”, como parte de ese dossier, estaba escrito por Robert Frosch y Nicholas Gallopoulos, vice-presidente de investigación y responsable de motores, de la General Motors, respectivamente ([11]). En dicho artículo, ambos autores afirman que debería ser posible poner en marcha métodos de producción industrial que impliquen una disminución sustancial del impacto negativo en el ambiente. Hipótesis que los condujo a introducir la noción de “ecosistema industrial”. De esa fecha a esta parte se han hecho una serie de estudios y propuestas y se ha definido el término hasta de veinte maneras distintas. Pero coincidiendo siempre en que la noción “ecosistema industrial” permite tener una visión global, integrada de todos los componentes del sistema industrial y de sus relaciones con la biósfera. Un ejemplo paradigmático de lo que puede lograr en ese sentido, dice Erkman, es el parque empresarial de la ciudad danesa de Kalundborg, donde se ha construido una simbiosis entre distintos procesos productivos que se nutren y apoyan unos a otros. Sobre la base de la experiencia de Kalundborg apareció en la década de los años noventa el concepto de parque eco industrial, zonas donde las empresas operan para la utilización adecuada de los recursos y valorizan y reutilizan los desechos. En 1997 ya se habían constituido unos quince parques de este tipo en Estados Unidos, así como en Canadá, Holanda y Austria, entre otros países.
“Una idea cercana a la de los parques eco industriales – dice Erkman – es la de la “biocenosis industrial”. En biología el concepto de biocenosis se refiere al hecho de que en los ecosistemas las diferentes especies de organismos se encuentran de acuerdo con asociaciones particulares. Es posible extender este concepto a los complejos industriales buscando determinar las mejores asociaciones. Por ejemplo, en vez de implantar de manera aislada una unidad de producción de caña de azúcar, se debería pensar desde el comienzo a conformar un complejo integrado orientado a utilizar de manera óptima todos los flujos de materia y de energía ligados a la explotación de la caña de azúcar”.
Abundando sobre la idea de “empresa innovadora” en el articulo antes citado Ricardo Méndez relata que en los años ochenta dentro del campo de la economía espacial se empezó a sostener, a partir de las experiencias de concentración espacial de las empresas innovadoras, que la vinculación de las empresas era en gran medida resultado de la existencia de un entorno territorial con características específicas. “Si la teoría del distrito industrial (Sforz 1999), la referencia a los sistemas productivos localizados (Benko y Lipetz 2000) o las primeras propuestas de desarrollo local (Fridman 1992) ya apuntaban en esa dirección (…) Otras posteriores como las de las ventajas competitivas de las naciones y regiones o la del medio innovador y las redes de innovación (Maillat y Grosiean 1999 yMaillat y Kebir 1998), centraron su atención en estos objetivos” puntualiza Méndez. ¿Cuáles son algunas de las características de estas empresas innovadoras? Son funcionales, se adaptan; son estructuralmente flexibles; son “comportamentales” (portadoras de una nueva cultura empresarial) y son “relacionales” con el entorno, promotoras de un clima social favorable y animadora de redes locales de desarrollo.
Debemos concordar sin embargo que en la vida cotidiana una gran cantidad de empresas y la actividad económica en general continúan funcionando a la usanza tradicional, con poca responsabilidad social, buscando maximizar las ganancias en tiempos relativamente cortos. Un ejemplo de este problema es la minería, que en los últimos veinte años ha experimentado niveles vertiginosos de expansión en todo el mundo, haciendo que las empresas se erijan cada vez con mayor fuerza como actores territoriales de primera importancia, aunque sus intereses coincidan pocas veces con los intereses de la localidad. Muchos dicen que la próxima gran guerra de la humanidad va a ser por la conquista de los recursos naturales. La escasez creciente de agua y de petróleo, la gran demanda de minerales, la concentración de la tierra, y los conflictos que en torno a estos recursos se están generando en todo el mundo, parecen darle la razón a dicha afirmación.
El economista José De Echave analizando el caso peruano señala que desde inicios de los años noventa a la actualidad el área ocupada por las concesiones mineras pasó de dos millones trescientos mil hectáreas a veinte y un millones doscientos ochenta mil. Sólo en Huancavelica el 92% del área de las comunidades campesinas y el 52% del departamento se hallan en esta situación, afectando al 87% de la población rural. Si extendemos el concepto a otras actividades extractivas como el petróleo e incorporamos al análisis la minería informal, la tala ilegal de árboles y la siembra de hoja de coca, podemos afirmar que hoy por hoy no hay distrito o provincia en el Perú que no experimente esta pugna por el control de los recursos naturales, que es generadora de un altísimo grado de vulnerabilidad, conflictividad y desarraigo poblacional.
Los actores locales reaccionan en cada caso de acuerdo a necesidades concretas más o menos bien definidas. Mientras que los agricultores o ganaderos adoptan en general una actitud de resistencia al igual que la población (debido a problemas de salud o abastecimiento de agua cuando no a la defensa del propio ecosistema); los comerciantes y proveedores urbanos de servicios pueden manifestarse a favor, para no poner en riesgo la industria (del turismo por ejemplo [12]). Pero comunidades que pueden recibir beneficios de corto plazo o pobladores contratados por las empresas, tendrán también una actitud favorable, mientras que habitantes que se perjudican debido al alza de precios o a los males que conlleva una urbanización acelerada y no planificada, tendrán una actitud critica. Estos comportamientos se explican por razones utilitarias, pero también por circunstancias históricas, culturales, sociales o políticas que producen alineamientos que no siempre resultan comprensibles para el espectador poco advertido ([13]) o para el investigador que reduce la explicación de la conducta de los actores a hipótesis de mercado o a determinismos estructurales ([14]). Consecuencia de estos conflictos se produce una polarización de las sociedades locales, y una toma de posición de los actores sectoriales y de los poderes públicos en torno a la que podría catalogarse como ‘contradicción principal’.
Ahora bien, as relaciones que establecen los actores de la educación, de la salud, de las comunicaciones, de los negocios, y de las otras esferas existentes en una localidad, son de muy diverso orden. En todos los campos estos actores tienen algo que decir, son reconocidos por la ciudadanía e influyen en las decisiones que se adoptan en sus ámbitos respectivos y a veces en la sociedad local en su conjunto. ¿Cuál es el campo de intervención específico de cada uno de ellos? ¿Cuál es la función que cumplen? ¿Cuál es la representatividad de poseen? ¿Cuál el poder que los ampara? ¿Cuáles los recursos de los que disponen? ¿Cuáles los objetivos que persiguen? Son algunas preguntas a las que habrá que responder en cada caso incorporando en el análisis a los actores de alcance regional, a los actores nacionales o internacionales, así como a los actores directos e indirectos.
En los centros urbanos más importantes, capitales de departamento o metrópolis, la identificación de los actores reviste mayor complejidad por el número de habitantes, su densidad poblacional y porque constituyen aglomeraciones compactas (a diferencia del mundo rural donde predomina la dispersión) .Pero sobre todo, como hemos visto en páginas anteriores, porque las ciudades tienen hoy en el plano espacial, una naturaleza poli – céntrica, sin fronteras definidas, que se extiende a lo peri –urbano; atravesada por vías metropolitanas y grandes equipamientos; donde coexisten áreas de modernidad, sectores excluidos, e islas de gran abundancia ([15]). En el plano social, podríamos decir que las ciudades han trastocado, primero la vida comunitaria de raigambre rural por la asociativa, y hoy - en palabras de Bourdin - la vida asociativa por una “civilización de los individuos” ([16]), propicia para el desarrollo de interacciones individualizadas gracias a la concentración y multiplicidad de oportunidades y de recursos que se ofrecen, a la apertura y accesibilidad al resto del mundo; y a la cabida de la diversidad (pluriculturalidad o “cosmopolitismo”) ([17]). Y al propio fenómeno de “individualización” del que nos habla Touraine. Interacciones que a su vez dan vida a formas sociales específicas, como modas, aficiones, comidas, fiestas, instituciones, organización del espacio, prácticas regulares, productos mediáticos y culturales, o íconos “universales” del mundo urbano globalizado de nuestros días.
Un elemento esencial a tomar en cuenta es que esta civilización de los individuos y las formas urbanas que le son propias, no son ajenos al consumismo ni a la reducción de los bienes humanos y sociales a valores puramente de mercado ([18]). N esa linea, coincidimos con Alain Bourdin en torno a que la civilización metropolitana está íntimamente relacionada a la cultura del consumo: Consumir se ha convertido en una visión del mundo, en un valor en sí mismo ([19]). Y por lo tanto, los actores principales en la gran ciudad son aquellos que poseen el poder para influir de manera decisiva en las mentes y en los corazones de millones de personas indicándoles qué deben consumir, y qué no, cuándo y por qué; los que imaginan los productos; inventan los comportamientos; formulan las nuevas exigencias de consumo; aquellos que con su producción simbólica alientan el movimiento; y, por supuesto, los que poseen los capitales y acumulan las ganancias que este movimiento genera.
Esta ciudad construida alrededor del consumo se expresa espacialmente en los centros comerciales y de servicios, los “no lugares” a decir de Augé, donde los consumidores vienen a ser sujetos pasivos de esta dinámica predominante; y en las grandes vías que permiten la movilidad característica del mundo del consumo. “Ciudad sin Ciudadanos”, ha dicho un autor, en la que en lo social los actores sociales son principalmente locales o temáticos, en concordancia con la existencia de espacios y de sujetos fragmentados, desestructurados ([20]), dominados por el consumo y por la voracidad de aquellos que lo promueven. Actores locales y temáticos, vigorizados por el discurso del desarrollo local y de la focalización de la pobreza, y por la puesta en cuestión de los grandes relatos, que tienen capacidad de influir en los procesos locales o sectoriales, pero poca posibilidad de hacerlo en los procesos metropolitanos, nacionales, y menos globales, que son los espacios donde muchas veces se decide la vida y el futuro de las poblaciones locales.
Siendo todo ello cierto, en el texto citado “Los movimientos sociales”, Alain Touraine llama la atención acerca de que los análisis sociales sobre América Latina presentan de manera unilateral a los actores populares como desintegrados, atropellados por una dominación que viene del exterior, sin reconocer la existencia y la acción de una clase que participa de un campo histórico, que lucha por el control y la reapropiación del conocimiento y del modo cultural. Para Touraine la categoría “movimiento social” se refiere a un movimiento amplio de contracultura que se expresa en una pluralidad de formas organizativas las que –cada una en su terreno-, prefiguran formas societales distintas. “Pasando de un tipo de sociedad a otra –dice Touraine-, vemos que los movimientos sociales descienden de nivel o al contrario, las luchas reivindicativas se elevan y se transforman en movimientos sociales”. Entendidos así, pueden entonces existir, y de hecho existen, movimientos sociales al interior de una sociedad fragmentada como la actual, que se constituyen como actores en pugna contra la sociedad del consumo.
Pero no siempre se interpreta a los movimientos sociales desde este punto de vista y se los asocia de manera general a luchas reivindicativas, acciones de protesta o estallidos sociales. Tres consecuencias importantes de esta mirada son que se confiere la calidad de actor a quien en realidad no lo es; se alientan esperanzas acerca de resultados que no se van a producir; y se invisibiliza a los movimientos sociales existentes que son transversales a la fragmentación de la que hemos hablado y que pueden encontrar puntos de contacto con las dinámicas locales.
Estas dinámicas locales dentro de la gran ciudad son, por otro lado, diferentes, tomando en cuenta variables tales como localización, características socioeconómicas, problemas y amenazas específicas, potencialidades e identidades. Las variables enumeradas, entre otras, hacen posible la identificación de áreas relativamente homogéneas en un contexto de heterogeneidad, susceptibles de concertar intereses y de compartir imaginarios al interior y entre ciudades; y de erigirse en actores globales.
[1] El artículo 54 define al territorio nacional como un espacio inalienable e inviolable donde el Estado ejerce soberanía y jurisdicción. Comprende el suelo y el subsuelo, el mar y el cielo aéreo. No menciona que el territorio es un sistema, que tiene actores y relaciones y donde los seres vivos juegan un rol fundamental. Debe hacerse notar no obstante, que el reglamento de Ley Orgánica Conservación y aprovechamiento Sostenible de la Biodiversidad Biológica. (DS. 068-2001-PCM en su artículo 87matiza esta definición al puntualizar que “el territorio es el espacio geográfico vinculado a un grupo social, que resulta a través de los espacios proyectados por los grupos sociales a través de las redes, circuitos u flujos”
[2] “Innovación y Desarrollo Territorial”, Revista Eure, Santiago, Vol. 28 No 84, septiembre 2002
[3] Max Webber, Economía y Sociedad. Fondo de Cultura Económica. México 1997; Talcott Parsons, El sistema social, Revista de Occidente, Madrid, 1966.
[4] Sociólogo y profesor universitario francés, considerado como el padre del análisis estratégico. Escribió en 1977 “L’Acteur et le Système”, Senil, París.
[5] que corresponde a soluciones específicas creadas o instituidas, conscientes o “naturalizadas”, y que está dirigida a desarrollar una acción común que permita aprovechar un espacio o una oportunidad.
[6] ¿Cuál podría ser, en efecto, el criterio válido para alterar el equilibrio de un territorio? ¿El interés nacional? ¿La ausencia de titularidad legal? ¿El bien común? Teniendo en cuenta que el primero constituye un caso de excepción, y que la segunda, ya sea individual o colectiva, constituye de hecho una cierta garantía que nunca es absoluta, debemos examinar el tercer criterio esgrimido, el ´”bien común”, que permitiría que una sociedad más amplia (el país) usufructúe los beneficios que ha obtenido un territorio (como producto del desarrollo de una actividad). Pero ¿cuál es el valor del sistema vivo que se está trocando a cambio de este beneficio común? Por el momento no existen instrumentos de medición adecuados, como la huella ecológica por ejemplo, que permitan determinar con propiedad los costos que supone la intervención proyectada. Y no es posible fijar con exactitud si estos costos serán mayores o menores que los beneficios esperados. Por el momento el valor que se asigna a un sistema vivo (es decir un territorio) está determinado por el mercado en general y por las empresas en particular en función de los costos de producción y las expectativas de ganancia, considerando los gastos de prevención y de mitigación, la expectativa social y la capacidad negociadora del estado.
[7] “Actores sociales y sistemas políticos en América Latina”, Prealc, Santiago 1987, “La Parole et le Sang” Odile Jacob, París, marzo 1998.
[8] “Los Movimientos Sociales”, Alain Touraine, Revista Colombiana de Sociología No. 27, 2006, pp. 255-278. El entrecomillado corresponde a la página 255.
[10] Y a la lógica igualmente impersonal de la identidad comunitaria que sostiene a los nacionalismos que son según el autor el otro peligro que enfrenta la organización social actual.
[11] Suren Erkman: Vers une Ëcologie Industrielle”, Charles Léopold Mayer Ëditions, París 1998.
[12] Aunque también es cierto que a mediano plazo iniciativas destructoras de la minería pueden terminar afectándolo seriamente.
[13] Y que en un enfoque centrado en el mercado que dice que los actores siempre buscan obtener una retribución equivalente al servicio que prestan, no se valoran adecuadamente.
[14] V:”Sociología del Desarrollo”, Norman Long, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores, México 2007.
[15] Fernando Sabatini (“La Segregación Social del Espacio en las Ciudades de América Latina”, PUC Santiago, IEUT, Serie Azul No. 35, julio 2003) sostiene que la segregación residencial es la aglomeración en el espacio de familias de una misma condición social, más allá de cómo se definan las diferencias sociales. Recalca que 1) la segregación es un fenómeno más que un problema, y que como tal puede tener diversas caras que es necesario desentrañar en cada caso para formular políticas urbanas viables; 2) que es un proceso, y que por lo tanto cambia y se transforma en el tiempo; y 3) es un fenómeno complejo que aborda una serie de facetas que van más allá de las condicionantes estrictamente socio económicas de la población. Como por ejemplo, los estigmas territoriales: “prestigio o desprestigio” social de las distintas áreas o barrios de cada ciudad. Este factor sería tan importante como el grado de concentración de los grupos sociales y la homogeneidad social interna (considerados como los “factores objetivos” del fenómeno, que medido a partir del “índice de disimilaridad”).
[16] . “La Civilización de los individuos –dice Bourdin (op. Cit. P. 8) no se define por un modelo de organización política (por ejemplo la democracia), social (clases y modos de dominación) o económica (régimen de acumulación), como muchas otras antes de ella, sino por la forma que ella da a la experiencia individual del mundo. Esta civilización abierta es un movimiento permanente y no tiene fronteras precisas. Si ella organiza la experiencia de los individuos que viven en contextos tan diferentes, ella misma se elabora y se transforma principalmente en la gran ciudad conectada al mundo, la que vive siendo un cruce de flujos de todo tipo y no por comandar un territorio: La metrópolis contemporánea”.
[17] Bourdin, Ibd.
[18] Peter-Hans Kolvenbach, SJ: “New Vigor for the Church: Conversations on the global Challenges of our Times”, Compass, Toronto 1993, 24-15, Citado en:“ Ecología: Nuestra Responsabilidad por el Cuidado de la Creación”, Secretariado del Apostolado Social (Roma) Birgit Tweiler, Universidad Ruiz de Montoya, Lima, Junio 2003, p. 27. Otro factor explicativo importante del comportamiento individualista es la precarización del empleo, la miseria y la exclusión, la ausencia de horizontes y la obligación de tener que vivir el día a día.
[19] Esta cultura del consumo incluye por igual a aquellos que pueden adquirir un producto y a aquellos que no lo pueden hacer pero que aspiran a tenerlo.
[20] vidualismo, precarización del empleo, falta de oportunidades, debilitamiento de los lazos familiares, entre otros factores.