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Espacio dedicado al estudio y promoción del desarrollo local, los territorios y la descentralización

jueves, 10 de mayo de 2012

PROBLEMAS A TOMAR EN CUENTA EN MATERIA DE ANALISIS TERRITORIAL: CONCEPCION DEL DESARROLLO




Como hemos podido ver a lo largo de este trabajo, los problemas que  pueden  enfrentar los territorios, son muchos y de muy diversa índole: Problemas conceptuales que implican prácticas inapropiadas (modos de pensar desfasados para enfrentar la nueva realidad de los territorios: Noción de territorio, conciencia de su importancia, desarrollo, democracia, saber tradicional); relacionales (relaciones entre los seres humanos, las sociedades y la biósfera, relación bienes-mercado, relación competencia-colaboración, relación global-local,); económicos (iniciativas de inversión poco responsables de cara al medioambiente, inexistencia de instrumentos de medición de la riqueza,  capacidades humanas insuficientes); sociales (pobreza, inequidad social,  conflictividad); políticos y administrativos (democracia no incorpora a la ciudadanía, ausencia de interés público en materia de participación, verticalismo a la hora de tomar las decisiones, centralismo); culturales (consumismo desenfrenado, esclavitud  tecnológica, mal uso del tiempo, sobre todo en el medio urbano, discriminación,  indiferencia ante la riqueza de la diversidad cultural); Institucionales (políticas inadecuadas, ausencia de planificación, marco legislativo inapropiado, limites político administrativos que dividen y no integran a los territorios, poca articulación inter territorial);  ambientales (depredación de los ecosistemas, vulnerabilidad frente al cambio climático).

La utilización de una matriz de impacto cruzado  como una  forma   de ordenar la reflexión[1], revela que los que hemos denominado problemas conceptuales, (desarrollo y democracia, globalización) y relacionales (sobre todo los referidos a las relaciones bienes-mercado y competencia-colaboración)  influyen de manera muy  marcada en los otros, particularmente: El centralismo, el verticalismo, las políticas que favorecen inversiones no sustentables, los déficits ambientales, la pobreza e inequidad y la conflictividad social.  La ausencia de planificación o los marcos legislativos inadecuados, serían según los resultados que arroja esta matriz,  más bien efectos o consecuencia de los anteriores. En un árbol de problemas estos resultados  sugerirían  un ordenamiento por causas, problemas y consecuencias.

El concepto desarrollo  se refiere en su origen,  a la necesidad de que  los países del sur eleven sus niveles de vida,  sobre la base de la economía de mercado y de  la adopción de los valores y de las actitudes de los países industrializados del norte.   Para  lograrlo proponía, entre otras medidas,   la inversión de capitales, la industrialización y  la redistribución del ingreso.  Este enfoque   tiene una base  no sólo  económica   sino   también    social (cambio de  valores y actitudes), política (surgimiento de nuevas élites, democracia representativa) y cultural (difusionismo).

Debido a la ineficacia para solucionar los problemas que se propuso abordar y al hecho de que el modelo sobre el cual se asienta ha terminado poniendo en riesgo  el   planeta, este enfoque de desarrollo ha sido cuestionado desde muy  diversos ángulos,  y han surgido propuestas  que enfatizan al ser humano, a los eco sistemas o a  los territorios.  A pesar de ello, el enfoque inicial continúa primando para todo fin práctico,  con la novedad de que ahora los países industrializados le  han incorporado un discurso y   prácticas ambientalistas  que no son óbice para que  sus industrias continúen contaminando el planeta y  oponiéndose  a  acuerdos  efectivos de reducción de los  gases de efecto invernadero. De suerte que los países del sur continuamos atados a este modelo,  pero ahora también  a sus políticas ambientales, y adoptamos como  nuestras las iniciativas que se nos ofrece para remediar el daño causado por ellos.

Uno  de los principales dilemas que enfrenta hoy por hoy el territorio-actor es  ser  parte de un engranaje basado en un modelo que más temprano que tarde  va a terminar devorándolo, o construir un nuevo paradigma civilizatorio,  como proponen algunos enfoques actuales  que consideran que en la perspectiva de esta segunda opción  la noción de desarrollo  ha dejado de tener  utilidad  (si alguna vez la tuvo).  Por eso, el debate en torno al modelo de desarrollo está siendo reemplazado por la reflexión en torno  a la pertinencia de un nuevo paradigma  que, lejos de plantear una vuelta de tuerca al pasado,  propone consolidar los avances que ha conquistado la humanidad en los campos intelectual, científico y tecnológico,  situándolos en marcos económicos, sociales, políticos y culturales que estén en concordancia  con estos avances,  y sirvan a toda la humanidad en armonía con la naturaleza.

Pero tan arraigada está la noción de desarrollo que nació  en los años cuarenta, que   la viabilidad de cualquier iniciativa tiende a medirse en primer lugar por su rentabilidad económica y por la ganancia que puede generar, teniendo como supuesto  de muchos, que la suma de estas ganancias va a redundar en beneficio de todos y  a determinar la tasa de crecimiento de un país, que será más desarrollado cuanto más se parezca a los países del norte, como pensaba el pobre López en un conocido cuento de Julio Ramón Ribeyro (“Alienación”).  No es éste por tanto un problema que atañe sólo a autoridades y empresas, sino al ciudadano común que, generación tras generación, ha sido formado en la familia y en la escuela  en esta visión,  que machaconamente se encargan de reafirmar todos los días los medios de comunicación de masas.

Lo que nos lleva  ante todo  a la necesidad de empezar poniendo  en cuestión   el sentido profundo que se le está dando a la vida,   y por consiguiente,   los valores  que sustentan a la sociedad actual, descritos hace ya más de un siglo por  M. Weber en sus estudios sobre la religión, los mismos  que tienen raíces filosóficas  lejanas en el tiempo como lejana es la caracterización  que hace Hobbes del ser humano como “ lobo con piel de cordero”, que ha servido históricamente para justificar con cinismo todas las barbaries perpetradas por los poderosos contra los hombres sencillos.



En esa dirección se encamina Martya Sen cuando afirma que el desarrollo es sinónimo de libertad. Dice Sen en “Desarrollo y Libertad”[2]: “El desarrollo puede concebirse como un proceso de expansión de las libertades reales de que disfrutan los individuos (...) El crecimiento del PNB o de las rentas personales pueden ser desde luego un medio muy importante para expandir las libertades de que disfrutan los miembros de la sociedad. Pero las libertades también dependen de otros determinantes como las instituciones sociales y económicas (por ejemplo los servicios de salud y de atención médica) así como los derechos políticos y humanos (entre ellos la libertad de participar en los debates y escrutinios públicos). (...) El desarrollo exige la eliminación de las principales fuentes de privación de libertad: La pobreza y la tiranía, la escasez de oportunidades económicas y las privaciones sociales sistemáticas, el abandono en que pueden encontrarse los servicios públicos y la intolerancia o el exceso de intervención de los estados represivos. A pesar de que la opulencia mundial ha experimentado un aumento sin precedentes, el mundo contemporáneo niega libertades básicas a un inmenso número de personas, quizás incluso a la mayoría. A veces la falta de libertad inmediata está directamente asociada a la pobreza económica que priva a los individuos de la libertad necesaria para satisfacer el hambre, para conseguir un nivel de nutrición suficiente, para poner remedio a las enfermedades tratables, para vestir dignamente o tener una vivienda aceptable, o para disponer de agua limpia o de servicios de saneamiento. En otros casos, la privación de la libertad está estrechamente asociada a la falta de servicios y atención social”.
Para Martya Sen la riqueza no tiene valor en sí misma sino que constituye un medio para que las personas puedan ejercer sus capacidades con libertad. Y  el desarrollo debe evaluarse no por el nivel de riqueza monetaria que se detente sino por la capacidad de llevar una vida digna de valorar y por el grado de libertad que se  posee. 
Desafortunadamente, dice Sen, la realización de esta aspiración  se encuentra reducida  por la ausencia  de oportunidades  que tienen los seres humanos para desplegar sus  capacidades, sean éstas   políticas,  económicas o  sociales.  .Es paradójico, dice Sen, que en un mundo  en el que el incremento de la productividad y el avance de la ciencia y de la tecnología han dado saltos que eran  inimaginables un siglo atrás, siga existiendo hambre, desnutrición, enfermedades crónicas, insalubridad, que guardan relación directa con las desigualdades que genera el funcionamiento del sistema económico actual,  basado en la fetichización del dinero  y en el utilitarismo a ultranza[3],  enfoque reduccionista que no presta  atención a los derechos y libertades, es indiferente a la distribución de la riqueza y no tiene en cuenta la situación personal, social ni cultural de los individuos. 
En contraposición Sen propone un desarrollo basado en la satisfacción de las necesidades de los seres humanos, en la realización de derechos y en la superación de los problemas que limitan su libertad para su realización  como personas.   Desde esta perspectiva los indicadores que utiliza la economía para medir el desarrollo de un país o de una región,  llámense  PNB ó ingreso per cápita, son insuficientes y resultan muchas veces engañosos. 
En materia de pobreza A. Sen señala que la ventaja de un individuo está estrechamente relacionada con las capacidades que éste posea, es decir, con las libertades de que disfrute para llevar a cabo el tipo de vida que valora. “Desde esta perspectiva – agrega -  la pobreza debe concebirse como la privación de capacidades básicas y no meramente como la falta de ingresos ([4])”. Las razones que aduce son, entre otras: a) La importancia que tiene que un análisis acerca de la pobreza se centre en las privaciones y no en la renta, que es sólo un instrumento para superar estas privaciones; b) La existencia de factores que influyen en la pobreza real además de la renta; c) El hecho de que la relación entre renta baja y ausencia de capacidades varía de acuerdo a muchos factores tales como la edad, el sexo, el rol que se ocupa en la sociedad, el contexto social y político, el territorio, que pueden hacer que la pobreza real sea mayor de lo que indican los ingresos que percibe una persona.



[1] La matriz de análisis cruzado o matriz de análisis estructural es una aplicación del enfoque sistémico que permite establecer la relación que existe entre diversos factores y su influencia mutua.
[2] Editorial Planeta, Barcelona 2000, traducción de Esther Tabasco y Luis Toharia, pp. 19 y siguientes. (”Introducción”)
[3] El utilitarismo  estima la felicidad, el placer, el grado de cumplimiento del deseo de los individuos teniendo en cuenta   variables como el  resultado y la utilidad de los actos qué estos emprenden, y la suma de las utilidades de las acciones de todas las personas
[4] Ib. P. 114.