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Espacio dedicado al estudio y promoción del desarrollo local, los territorios y la descentralización

martes, 17 de enero de 2012

TERRITORIOS: CONCLUSIONES INICIALES Y PISTAS PARA EL DEBATE




Los territorios no son rocas que poseen un suelo y un subsuelo, que contienen cosas y que son habitados por la gente.  Los territorios son espacios complejos,  que tienen por esencia una naturaleza relacional y multifacética donde la economía es sólo uno de sus muchos rostros.   Están formados por la historia de sus seres vivos y la de sus antecesores; por sus tradiciones y sus culturas, y por su relación con la tierra.

Las relaciones  que establecen los seres vivos, las sociedades y la biosfera son a la vez de competencia y de  cooperación; siguen cursos que no pueden ser establecidos a priori de manera definitiva y son portadoras de  procesos y de dinámicas innovadoras. Cambian con el tiempo como producto de fuerzas que se mueven a su interior y en el exterior, trópicas y antrópicas. Son espacios en tensión  no  exentos de conflicto.

Han adquirido  contornos menos definidos, pueden ser discontinuos, son multi- céntricos y tienen fronteras difusas.  Se puede deducir entonces que sus limites se quiebran, son relativos  y que el espacio como problema adquiere connotaciones diferentes a las de antaño. 

No están  encerrados en sí mismos mirando al pasado sino unidos al mundo por una densa red de relaciones complejas que generan nuevas interdependencias invisibles a primera vista.  Son actores vivos de la mundialización y no receptáculos pasivos como interesadamente se quiere hacer ver. Y constituyen   hoy   referentes por excelencia para pensar y llevar a cabo  los cambios que el fracaso de los modelos societales del presente reclama.

Aunque también poseen espacios de exclusión no funcionales a los procesos de acumulación de capitales donde se concentran inmensos bolsones de miseria,  ya sea en la ciudad o en el campo.

Los territorios tienen mucho que enseñarle al mundo globalizado para hacer frente con éxito a la crisis que vive el planeta, más aún cuando  el avance del conocimiento científico y tecnológico habido en los últimos cincuenta años obliga a la humanidad  a volver la mirada a lo concreto y observar  las relaciones que le dan sentido real a las cosas. En el Cuaderno de Propuestas: ”Territoires: Penser Localement pour Agir Globalement” ([1]) señalamos  un ejemplo de lo que puede enseñar el territorio en la gestión  sustentable de  los bienes y servicios, superando la dicotomía público-privada:
a)      Bienes que se pueden denominar “públicos” (aires, bosques, mares, zonas costeras, etc.) Esta categoría engloba a bienes que benefician a todos sin excepción y que se arruinan si se dividen.
b)      Recursos naturales en sentido amplio  que son finitos y bienes que surgen gracias a  la creatividad del trabajo humano que  cumplen una función esencial para la vida como alimentación, salud, educación o abrigo. 
c)      Bienes que son producto de la creatividad del trabajo humano que  no cumplen una función esencial para la vida y que pueden entrar de manera plena dentro de la esfera del mercado.

Poseen el conocimiento concreto de la complejidad que reviste el manejo de estos bienes y servicios porque tienen raíces en el tiempo y en el espacio y basan la gestión de los recursos en el conocimiento técnico y científico pero también en el conocimiento ancestral y en el acervo cultural de la región. Y son también más consientes   de la importancia que pueden tener  estos recursos  para el desarrollo que una agencia internacional operando a miles de kilómetros de distancia.   Valoran mejor la riqueza porque poseen instrumentos  de evaluación que van más allá de un PBI que no es capaz de medir las actividades no monetarias, los intangibles ni la huella ecológica.

Si  los territorios son, como creemos, un sistema complejo de relaciones y de intercambios, su ser como entidad administrativa y política, como centro de interés económico o como superficie geográfica, es  producto de estas relaciones y por lo tanto,  son susceptibles de cambiar,  como de hecho ya está ocurriendo de la mano invisible del mercado. 

Siendo ello así  nos parece pertinente  plantear las siguientes preguntas:

¿Cuáles son las posibilidades reales de los territorios  de producir cambios significativos;  cuál es la relación que se establece en cada caso entre   estructura y dinámica social y entre lo global y lo local? Para unos, los problemas estructurales son de tal magnitud y las fuerzas predominantes tan poderosas que no es posible pensar en cambios de magnitud desde los territorios.   Otros piensan que los cambios sí serían posibles en determinadas condiciones, especialmente en el ámbito económico (recursos, mercados, localización, capital social).  Aunque  no todos los territorios estarían en iguales  condiciones de acceder al desarrollo (territorios excluidos de la modernidad, países o regiones “inviables”, o  territorios por donde “discurre la vida cotidiana, divorciada de la organización global de los recursos económicos, tecnológicos, políticos y de comunicación” ([2]).   Unos terceros,  plantean que la globalización está permitiendo redefinir  el rol de los territorios y crear una nueva forma de interrelación dinámica entre lo global y lo local. Este fenómeno que ha sido llamado “glocalización” ([3]), podría alentar cambios importantes orientados al desarrollo.

En segundo lugar, debemos preguntarnos de qué cambios se trata.  Aunque hoy existe un consenso en torno a la importancia del enfoque del desarrollo humano ([4]), éste no dilucida de manera clara la naturaleza específica del fenómeno del desarrollo,  todavía demasiado  emparentado  a la concepción y a los estándares occidentales de  la “modernidad”. 

En tercer lugar, nos preguntamos ¿Cuáles son las mejores vías, las mejores estrategias para alcanzar los cambios?  Un aspecto que cobra cada vez mayor relevancia en la reflexión  es  el hecho de que se está produciendo  una creciente densificación de flujos que dan origen a la conformación de redes complejas que se convierten en una forma espacial dominante de articulación, que así como puede traer competencia y fragmentación, puede permitir construir nuevos lazos de colaboración entre lo global y lo local, ayudar a pensar globalmente para actuar localmente y a pensar localmente para actuar globalmente. Es decir,  colocar los procesos y las dinámicas territoriales en red y establecer alianzas equilibradas entre los territorios ([5]).

En cuarto lugar preguntamos, ¿Cuál es el ámbito pertinente para que estos cambios sean viables? Hasta donde hemos visto, el desarrollo territorial  supone  poner en marcha  procesos y estrategias orientados a satisfacer  las necesidades   de los seres humanos y de los grupos sociales en comunidad con los otros seres vivos de la naturaleza y con la biosfera. El mismo  se concretiza en un espacio concreto  al interior del cual se produce la  interacción entre los actores involucrados.  Este espacio puede ser regional, local o inclusive barrial. Pero también   puede aludir a territorios virtuales y  globales.  En estas condiciones,  la pertinencia del ámbito depende en última instancia de  la priorización  del objetivo concreto  planteado, que responde a una determinada lectura de la realidad.  En América Latina el ámbito principal de estudio en los últimos 20 años ha sido el espacio local a diferencia de lo  sucedido en los años 60 y 70, donde predominó el interés por el desarrollo regional. Hoy se experimenta un nuevo cambio en la tendencia.    

Por último, debemos responder a la pregunta acerca de si la gestión actual de los territorios es  adecuada desde el punto de vista de su gobernabilidad democrática.  Sobre este punto hay un consenso acerca del desfase que existe entre los retos y las exigencias que tienen hoy los territorios en el marco de la globalización y el mantenimiento de una  forma tradicional de gestión, en la que  predomina el  control vertical y sectorial   de arriba hacia abajo y desde el centro a la periferia a pesar de que los problemas de la realidad están relacionados entre sí al interior de los territorios y no en la  superestructura. Esta forma de gestión  ha segmentado y centralizado la solución de los problemas existentes sacándolos de contexto y haciendo  poco comprensibles sus soluciones.    Abordar ese impasse no implica plantear una forma de gestión territorial enclavada en sí misma, sino crear nuevos caminos de cooperación entre diferentes niveles de gobierno, capaces de responder a la complejidad de los problemas y de las situaciones existentes. 

Es útil que examinemos las respuestas  a partir del análisis concreto  de algunos casos particulares en diversas regiones del país seleccionando un número determinado de variables que permitan ver la evolución que han tenido  los territorios en los últimos diez años, por ejemplo, localización de las industrias, expansión urbana, transporte y condiciones de vida. ¿Qué cambios ha habido en los territorios seleccionados en la última década?  Cuál ha sido en rol de los actores? Quienes los han impulsado y a quienes benefician? En qué perspectiva se ubican? Son éstos los cambios que requiere el territorio? Cuáles son las estrategias que se han implementado? Han sido ellas eficaces?  Ha sido pertinente el ámbito territorial en el que estos cambios se han producido?  El gobierno del territorio ha ayudado o no a estos cambios? Cómo? Por qué? Cuál ha sido la articulación con las otras instancias de gobierno?

Son todas éstas, preguntas que deben anteceder y  guiar la formulación de los planes, ya sea  de desarrollo,  de zonificación ecológica – económica o de ordenamiento territorial, a fin de que los mismos tengan consistencia y puedan, efectivamente, enmarcarse en el mediano y largo plazo a fin de que, como se ha dicho,  los territorios se consoliden como actores claves de la globalización.























[1]  Ed. Charles Léopold Mayer, París 2005, coordinado por Pierre Calame, Paul Maquet  Makedonski e Ina Ranson.
[2] Castells, Manuel: “La Sociología Urbana en el siglo XXI”, en Susser Ida (ed): “La Sociología Urbana de Manuel Castells”, Madrid, alianza Editorial, 2001, citado por Pablo Vega Centeno, op. Cit. P. 37
[3] Asher François: “Ces Evenements nous Dépassent, Feignons d’en etre les Organisateurs », París, Aube 200, citado en Pablo Vega op. Cit.
[4] El PNUD hizo en 1990 el primer informa sobre desarrollo humano entendiendo como tal el proceso por el cual se ofrecen mayores oportunidades a la persona (posibilidades y potencialidades). El DH considera aspectos no sólo de desarrollo económico sino también de distribución y equidad y se centra en la persona humana.
[5] “Innovación, Redes, Recursos Patrimoniales y desarrollo Territorial”, Inmaculada Caravaca, Gema Gonzáles y Rocío Silva, Revista Eure Volumen XXXI, No. 94, pp. 5.24, Santiago de Chile, diciembre 2005.