Coincidentemente
con la crisis en Cusco y el anuncio de la movilización en Cajamarca, el INEI
ha dado una información alentadora: El número de pobres en el Perú
continúa descendiendo, lo cual podría ser expresión del éxito de las políticas
económicas implementadas en los últimos
años y revelaría lo poco racional que
resultan las protestas sociales. ¿Cómo
llega el INEI a esta conclusión? Sosteniendo
que si una persona tiene un gasto mensual promedio de 272 soles (equivalente a 9 soles
diarios) esa persona se encuentra por encima de la
línea de pobreza. Veamos: Si esa
persona trabaja, gasta en pasajes al día por lo menos 3 soles.
En almuerzo, preparándose los alimentos,
otros 3 soles (tiene el INEI actualizados los precios de los productos
de primera necesidad?). Luz,
agua, arbitrios, auto avalúo, mantenimiento, unos 2 soles por día (considerando que estos gastos se comparten con otra persona)
1 sol
para comer de noche. En total,
9 soles. Si ese fuera el caso,
esa persona, que “no es pobre”, no tiene dinero suficiente para cubrir sus
necesidades de salud, educación,
recreación, cultura, para ir al cine, salir, pasear, comprar un libro, adquirir ropa de vez en cuando, para
tomarse una gaseosa, celebrar un cumpleaños. Entonces esa persona está sobreviviendo
y no viviendo.
Peor aún si consideramos que ser “no pobres” es tener oportunidades que
le permitan a una persona la libertad para realizarse como ser humano y no tener que bajar todos los días a
vender chicles a la pista para llevar algo que comer a su casa por la noche. La mayoría de peruanos tiene que afrontar períodos prologados de tiempo o toda su vida, con cinco o diez soles en el bolsillo sin tener una familia como retaguardía, y en los
pueblos del interior del país con nada. Para todos ellos las cifras del INEI no
significan mucho. O acaso sí, una burla a su pobreza. Por eso ya es hora de acabar con esa “verdad
absoluta” no cuestionada, asumida como
natural, que es la medición de la pobreza en los términos en los que la hacen
los organismos encargados y que los economistas de por sí dan por válida (aún los más progresistas) Sólo así podremos ver el horizonte de lo que
verdaderamente nos falta recorrer para alcanzar la meta del desarrollo.