Gracias a sus aportes y comentarios les hago llegar esta versión corregida del capitulo
Como
hemos podido ver a lo largo de este trabajo, los problemas que pueden
enfrentar los territorios, son muchos y de muy diversa índole: Problemas
conceptuales que implican prácticas inapropiadas (modos de pensar desfasados
para enfrentar la nueva realidad de los territorios: Noción de territorio,
conciencia de su importancia, desarrollo, democracia, saber tradicional);
relacionales (relaciones entre los seres humanos, las sociedades y la biósfera,
relación bienes-mercado, relación competencia-colaboración, relación
global-local,); económicos (iniciativas de inversión poco responsables de cara
al medioambiente, inexistencia de instrumentos de medición de la riqueza, capacidades humanas insuficientes); sociales (pobreza,
inequidad social, conflictividad); políticos
y administrativos (democracia no incorpora a la ciudadanía, ausencia de interés
público en materia de participación, verticalismo a la hora de tomar las
decisiones, centralismo); culturales (consumismo desenfrenado, esclavitud tecnológica, mal uso del tiempo, sobre todo
en el medio urbano, discriminación,
indiferencia ante la riqueza de la diversidad cultural); Institucionales
(políticas inadecuadas, ausencia de planificación, marco legislativo
inapropiado, limites político administrativos que dividen y no integran a los
territorios, poca articulación inter territorial); ambientales (depredación de los ecosistemas,
vulnerabilidad frente al cambio climático).
La
utilización de una matriz de impacto cruzado
como una forma de
ordenar la reflexión[1],
revela que los que hemos denominado problemas conceptuales, (desarrollo y
democracia, globalización) y relacionales (sobre todo los referidos a las
relaciones bienes-mercado y competencia-colaboración) influyen de manera muy marcada en los otros. La ausencia de
planificación y los marcos legislativos inadecuados, por su parte, son efectos negativos de los problemas identificados.
De todos ellos, el concepto de desarrollo es el que aparece con mayor frecuencia como factor condicionante. Esto se debe a que
el mismo está muy estrechamente ligado a la de territorio desde que - por definición - los territorios adquieren relevancia a partir de
la actividad humana orientada ya sea a
garantizar la sobre vivencia,
mejorar la calidad de vida de los habitantes o usufructuar de sus recursos. En ese sentido no es tanto en la definición
de territorio sino en la definición
de territorio asociada a “desarrollo”,
donde surgen las mayores
divergencias.
El
concepto de desarrollo se refiere en su origen,
a la exigencia de que los países del sur eleven sus niveles de vida insertándose en la economía de mercado, y adoptando los valores y las cualidades de los países industrializados del norte. Para
lograrlo se proponía, entre otras medidas, la inversión de capitales, la
industrialización y la redistribución del
ingreso. Este enfoque tenía una base no sólo
económica sino también
social (cambio de valores y
actitudes), política (surgimiento de nuevas élites, democracia representativa)
y cultural (difusionismo).
Debido
a la ineficacia para solucionar los problemas que se propuso abordar y al hecho
de que el modelo sobre el cual se asienta ha terminado poniendo en riesgo el
planeta, este enfoque de desarrollo ha sido cuestionado desde muy diversos ángulos, y han surgido propuestas que enfatizan al ser humano, a los eco
sistemas o a los territorios. A pesar de ello, el enfoque inicial continúa
primando para todo fin práctico, con la
novedad de que ahora los países industrializados le han incorporado un discurso y prácticas ambientalistas que no son óbice para que sus industrias continúen contaminando el
planeta y oponiéndose a
acuerdos efectivos de reducción
de los gases de efecto invernadero. De
suerte que los países del sur continuamos atados a este modelo, pero ahora también a sus políticas ambientales, y adoptamos como nuestras las iniciativas que se nos ofrece
para remediar el daño causado por ellos.
Uno de los principales dilemas que enfrenta hoy
por hoy el territorio-actor es ser parte de un engranaje basado en un modelo que
más temprano que tarde va a terminar
devorándolo, o construir un nuevo paradigma civilizatorio, como proponen algunos enfoques actuales que consideran que en la perspectiva de esta
segunda opción la noción de
desarrollo ha dejado de tener utilidad
(si alguna vez la tuvo). Por eso,
el debate en torno al modelo de desarrollo está siendo reemplazado por la
reflexión en torno a la pertinencia de
un nuevo paradigma que, lejos de
plantear una vuelta de tuerca al pasado,
propone consolidar los avances que ha conquistado la humanidad en los
campos intelectual, científico y tecnológico,
situándolos en marcos económicos, sociales, políticos y culturales que
estén en concordancia con estos
avances, y sirvan a toda la humanidad en
armonía con la naturaleza.
Pero
tan arraigada está la noción de desarrollo que nació en los años cuarenta, que la viabilidad de cualquier iniciativa tiende
a medirse en primer lugar por su rentabilidad económica y por la ganancia que
puede generar, teniendo como supuesto de
muchos, que la suma de estas ganancias va a redundar en beneficio de todos
y a determinar la tasa de crecimiento de
un país, que será más desarrollado cuanto más se parezca a los países del
norte, como pensaba el pobre López en un conocido cuento de Julio Ramón Ribeyro
(“Alienación”). No es éste por tanto un
problema que atañe sólo a autoridades y empresas, sino al ciudadano común que,
generación tras generación, ha sido formado en la familia y en la escuela en esta visión, que machaconamente se encargan de reafirmar
todos los días los medios de comunicación de masas.
Lo
que nos lleva ante todo a la necesidad de empezar poniendo en cuestión
el sentido profundo que se le está dando a la vida, y por consiguiente, los valores
que sustentan a la sociedad actual, descritos hace ya más de un siglo
por M. Weber en sus estudios sobre la
religión, los mismos que tienen raíces
filosóficas lejanas en el tiempo como
lejana es la caracterización que hace
Hobbes del ser humano como “ lobo con piel de cordero”, que ha servido
históricamente para justificar con cinismo todas las barbaries perpetradas por
los poderosos contra los hombres sencillos.
En
esa dirección se encamina Martya Sen cuando afirma que el desarrollo es
sinónimo de libertad. Dice Sen en “Desarrollo y Libertad”[2]: “El desarrollo puede concebirse como
un proceso de expansión de las libertades reales de que disfrutan los
individuos (...) El crecimiento del PNB o de las rentas personales pueden ser
desde luego un medio muy importante para expandir las libertades de que
disfrutan los miembros de la sociedad. Pero las libertades también dependen de
otros determinantes como las instituciones sociales y económicas (por ejemplo
los servicios de salud y de atención médica) así como los derechos políticos y
humanos (entre ellos la libertad de participar en los debates y escrutinios
públicos). (...) El desarrollo exige la eliminación de las principales fuentes
de privación de libertad: La pobreza y la tiranía, la escasez de oportunidades
económicas y las privaciones sociales sistemáticas, el abandono en que pueden
encontrarse los servicios públicos y la intolerancia o el exceso de
intervención de los estados represivos. A pesar de que la opulencia mundial ha
experimentado un aumento sin precedentes, el mundo contemporáneo niega
libertades básicas a un inmenso número de personas, quizás incluso a la
mayoría. A veces la falta de libertad inmediata está directamente asociada a la
pobreza económica que priva a los individuos de la libertad necesaria para
satisfacer el hambre, para conseguir un nivel de nutrición suficiente, para
poner remedio a las enfermedades tratables, para vestir dignamente o tener una
vivienda aceptable, o para disponer de agua limpia o de servicios de
saneamiento. En otros casos, la privación de la libertad está estrechamente
asociada a la falta de servicios y atención social”.
Para
Martya Sen la riqueza no tiene valor en sí misma sino que constituye un medio
para que las personas puedan ejercer sus capacidades con libertad. Y el desarrollo debe evaluarse no por el nivel
de riqueza monetaria que se detente sino por la capacidad de llevar una vida
digna de valorar y por el grado de libertad que se posee.
Desafortunadamente,
dice Sen, la realización de esta aspiración
se encuentra reducida por la
ausencia de oportunidades que tienen los seres humanos para desplegar
sus capacidades, sean éstas políticas,
económicas o sociales. .Es paradójico, dice Sen, que en un
mundo en el que el incremento de la
productividad y el avance de la ciencia y de la tecnología han dado saltos que
eran inimaginables un siglo atrás, siga
existiendo hambre, desnutrición, enfermedades crónicas, insalubridad, que
guardan relación directa con las desigualdades que genera el funcionamiento del
sistema económico actual, basado en la
fetichización del dinero y en el utilitarismo
a ultranza[3],
enfoque reduccionista que no presta
atención a los derechos y libertades, es indiferente a la distribución
de la riqueza y no tiene en cuenta la situación personal, social ni cultural de
los individuos.
En
contraposición Sen propone un desarrollo basado en la satisfacción de las necesidades
de los seres humanos, en la realización de derechos y en la superación de los
problemas que limitan su libertad para su realización como personas. Desde esta perspectiva los indicadores que
utiliza la economía para medir el desarrollo de un país o de una región, llámense
PNB ó ingreso per cápita, son insuficientes y resultan muchas veces
engañosos.
En
materia de pobreza A. Sen señala que la ventaja de un individuo está
estrechamente relacionada con las capacidades que éste posea, es decir, con las
libertades de que disfrute para llevar a cabo el tipo de vida que valora.
“Desde esta perspectiva – agrega - la
pobreza debe concebirse como la privación de capacidades básicas y no meramente
como la falta de ingresos ([4])”. Las razones que aduce son, entre
otras: a) La importancia que tiene que un análisis acerca de la pobreza se
centre en las privaciones y no en la renta, que es sólo un instrumento para
superar estas privaciones; b) La existencia de factores que influyen en la
pobreza real además de la renta; c) El hecho de que la relación entre renta
baja y ausencia de capacidades varía de acuerdo a muchos factores tales como la
edad, el sexo, el rol que se ocupa en la sociedad, el contexto social y
político, el territorio, que pueden hacer que la pobreza real sea mayor de lo
que indican los ingresos que percibe una persona.
La noción de libertad de A. Sen, orientada a
que el ser humano sea capaz de ser y de actuar de acuerdo con sus valores,
tomando las decisiones que considere adecuadas y recuperando el dominio sobre su vida, remite a
reflexionar en torno a los valores de los que estamos hablando, toda vez
que la civilización actual ha impuesto
unos “no –valores” tales como el individualismo (realización personal a
cualquier precio), el consumismo y la competencia descarnada, que predominan sobre la idea de de vida en comunidad. La consecuencia es que
los seres humanos vemos limitada nuestra capacidad real de actuar
basados en valores tales como el respeto
a la vida, la dignidad de las
personas, la libertad o la solidaridad.
Como siempre, los menos favorecidos son
los más perjudicados y carecen en
la práctica de derechos. La propia democracia representativa, concebida por Sen como un valor y el mercado como signo de
libertad, se encuentran hoy
profundamente desacreditados por el imperio que ejercen sobre ellos los
poderes reales, incluidos los grandes medios de comunicación de masas. A. Sen no profundiza el análisis en torno a
estos poderes reales – aunque sostiene que la pobreza es producto, en buena
medida, de una desigual distribución del ingreso, fuente a su vez de malestar social; y no
traza un camino orientado a encarar a
estos poderes de manera eficaz ([5]).
Por otro lado, A. Sen
apuesta por el mercado no sólo como sinónimo de libertad sino también por la
apertura económica como portadora de
modernidad y de progreso, y pone como ejemplo concreto la importancia
que este hecho tuvo para su país de origen, la India. Dice Sen: “La importancia
de esta conexión [6]
ha sido objeto de especial atención en
el estudio sobre la India que hemos realizado hace poco en colaboración con
Jean Drèze y que trata sobre las reformas económicas. Estas han brindado de
muchas formas oportunidades económicas a la población india suprimidas por el
excesivo control y por las limitaciones de lo que dio en llamarse “imperio de
las licencias”. Y, sin embargo, la oportunidad de aprovechar las nuevas
posibilidades no es independiente de la preparación social que tienen los
diferentes sectores de la comunidad india. Aunque las reformas debieran haberse
realizado mucho antes, podrían ser mucho más productivas si hubiera servicios
sociales que permitieran a todos los segmentos de la comunidad aprovechar las
oportunidades económicas. De hecho muchas economías asiáticas – primero Japón y
después Corea del Sur, Taiwan, Hong Kong y Singapur, y más tarde la China
posterior a la reforma y Tailandia y otros países del Este y sureste asiáticos
– han conseguido difundir notablemente las oportunidades económicas gracias a
una base social favorable, que ha proporcionado el apoyo suficiente y en la que
figura el elevado porcentaje de personas que saben leer y escribir, calcular, y
que tienen una educación básica; la buena asistencia sanitaria general; unas
reformas agrarias completas, etc. La lección de la apertura económica y de la
importancia del comercio se ha aprendido más fácilmente en la India que el
resto del mensaje procedente de la misma región del sol naciente” [7]
Por último, para A.
Sen la buena vida se sitúa esencialmente en la esfera del consumo e implica el acceso a bienes materiales para llevar una
vida digna: Ingresos económicos, sustento asegurado, alimentos,
agua limpia alojamiento, vestido,
acceso a energía, calefacción, salud, seguridad; pero también desarrollo de relaciones familiares y sociales
adecuadas, reivindicación de libertades, de un ambiente sano y protección de
los ecosistemas. En ese sentido, más que
un listado de necesidades básicas [8],
A. Sen propone el desarrollo de las
capacidades positivas, como él llama a la suma de las principales funciones
humanas. Hay quienes sostienen que estas
capacidades positivas son en realidad la
realización de derechos, que en la formulación que hace A. Sen corren el riesgo
de invisibilizarse.
Más allá de las
críticas que puede merecer el pensamiento de A. Sen, éste
inaugura una nueva forma de concebir el desarrollo que pone a la persona
como centro del interés y que reivindica la importancia de la ética, pero que
carece de una formulación concreta que haga posible su concretización. En
aplicación de estas ideas el PNUD ha
creado los Índices de Desarrollo Humano,
basándose en tres variables principales:
Salud, educación y vida digna, medidas cada año a fin de monitorear el avance
de los países en materia de desarrollo. Acaso esta concretización, que simplifica y reduce las propuestas de A. Sen
sea la única viable en un marco en el cuál las bases del modelo continúan
incólumes.
Además de la de A. Sen,
existen otras aproximaciones al desarrollo. El Dr. Marcel Varcárcel ([9]) relata que entre 1970 y 1990 surgieron los enfoques ambientalistas ([10])
y que la Conferencia
de Estocolmo en 1972 dio a luz el concepto de eco desarrollo, cuyo posterior elaboración conceptual correspondió al economista polaco Ignacy Sachs. Este
enfoque buscaba armonizar la pertinencia
social; la equidad de las
soluciones; la finalidad ética y social; la prudencia ecológica; la eficacia económica:
la dimensión cultural y la dimensión
territorial (producir nuevos equilibrios espaciales). La Fundación sueca Dag
Hammarskjold en un Informe de 1975, (“Qué
Hacer: Otro Desarrollo”) estableció como principios del desarrollo: La satisfacción
de las necesidades y la erradicación de
la pobreza; Ser endógeno y autónomo; Estar en armonía con el medio ambiente; y,
basarse en transformaciones estructurales.
Dice V: “El Otro Desarrollo
surge a partir de la disconformidad de la población con “la sociedad de
consumo”, la cual a menudo es calificada de “sobredesarrollo” e incluso “mal
desarrollo”, así como con la creciente desilusión con el enfoque de la
modernización. El consultor suizo Marc Nerfin, en la introducción al libro
“Hacia otro Desarrollo: enfoques y estrategias” (1978), dirá que el Informe de la Fundación Dag
Hammarskjold intentaba presentar, frente a un fondo general de “mal
desarrollo”, un marco conceptual alternativo como un todo consistente y de una
forma clara y aceptable“ ([11]).
En los años 80 el documento "Estrategia mundial para
la conservación" (PNUMA 1980), hizo
referencia a la necesidad de preservar los recursos vivos para un desarrollo
sostenido (crecimiento económico que no vulnerara los ecosistemas, que fuera
permanente y de largo alcance). Años
más tarde, en 1987 la Comisión Mundial
para el Medio Ambiente y el Desarrollo, presentó el informe "Nuestro futuro común",
que dio nacimiento al concepto
de desarrollo sostenible, definido como "Un
desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente, sin
comprometer la capacidad de las generaciones futuras, para satisfacer sus
propias necesidades". “A diferencia
de los ecologistas puros que parten de la naturaleza – dice Varcárcel - el Informe Brundtland parte del hombre, de sus
necesidades, de su inventiva, de sus instituciones, para desde ahí acercarse a
la naturaleza y no al revés. Enfatiza las necesidades humanas, en especial las
necesidades de los pobres, a los que otorga atención preponderante. Subraya los
límites físicos que el medio ambiente y los recursos naturales ponen al
crecimiento económico para satisfacer las necesidades de la generación presente
y futura. Y sobre todo, denota pues una preocupación explícita por las
generaciones venideras, ausentes, en los anteriores enfoques y estrategias de
desarrollo, a las que por primera vez se les dota de derechos ([12]).
En concordancia con ello, la “Cumbre de la Tierra” (Río 92) puso énfasis en el hecho de
que el modelo de desarrollo habría incentivado el consumismo y llevado a poner en peligro los recursos naturales. Dice
la declaración de Río: "Los países
industrializados aportarán recursos financieros nuevos y adicionales a los
países en desarrollo a fin de cubrir los gastos suplementarios ocasionados por
las medidas que hubiera que tomar para hacer frente a los problemas del medio
ambiente y para generar el desarrollo sustentable".
A mediados de los años 70 surgió el enfoque de
las “Necesidades Básicas”., que postulaba que
el objetivo del desarrollo era
proporcionar a los seres humanos la
oportunidad de vivir una vida plena. En 1976 (OIT) adoptaría este enfoque
señalando que en el año 2000 debería haberse
logrado un adecuado cumplimiento de las necesidades básicas: Mínimos
necesarios para el consumo, acceso a servicios esenciales; trabajo,
entorno saludable y participación. Y acia mitad de los años 80 el economista
chileno Manfred Max Neef escribió:
“Desarrollo a Escala Humana: una nueva opción para el futuro”, en el que
plantea “dejar de lado la modernización
uniformizadora, pensar en los valores de
uso y apreciar la diversidad. Plantean
distinguir entre necesidades y “satisfactores”. Las primeras no son infinitas
ni inescrutables. Parte del diagnóstico que en el mundo se vive una profunda
crisis que no sería sólo económica, social, cultural o política. Resultaría de
una convergencia de todas ellas pero que en su agregación produce una totalidad
que es más que la suma de sus partes (…).
Todo esto sorprende a los
países en desarrollo en condiciones de tremenda desventaja y los obliga- con la
complicidad de gobernantes y clases dominantes- a enormes sacrificios y costos
sociales para “sanear” sus sistemas financieros y pagar los mentados servicios
de sus deudas con los acreedores del mundo industrializado. Ante este panorama
incierto, más desolador que halagador, las respuestas y búsquedas de
alternativas al autoritarismo, al neoliberalismo, al desarrollismo y al
populismo, se empantanan en programas inmediatistas, y en balbuceos reactivos
o, se reducen a la reivindicación y recuperación de los “niveles históricos”
(pág.9). Por último, el equipo de Max Neef considera que frente a la realidad
de esta crisis hay también una crisis de propuestas y utopías ». [13]
Finalmente V. hace
referencia, entre otras, a la propuesta de desarrollo territorial. “Robert Chambers, dice, presenta novedosos
juicios desde el punto de investigación de una nueva integración del
desarrollo, del medio ambiente y de la población a través de la aproximación
territorial. Según Peemans: "El
desarrollo es visto como ligado intrínsecamente a la capacidad de consolidar
los lazos sociales al interior de colectividades que tienen una base
territorial definida. Está relacionado también a la capacidad de las
poblaciones de administrar su ambiente natural de una manera viable, a través
de la construcción de un cuadro institucional apropiado y de una identidad
cultural que tiene su base material en la construcción misma del territorio
dado. El desarrollo se enriquece por la diversidad” (texto inédito, p.8.
traducción propia) ([14]) ».
Es paradójico que habiendo sido
aceptadas (por lo menos en parte) por organismos tales como el PNUD, el PNUMA o
la OIT, y existiendo consenso en torno a lo pernicioso del modelo actual, estas
propuestas permanezcan, para todo fin
práctico, en el terreno de las ideas utópicas. La concepción de desarrollo como
sinónimo de crecimiento, y más precisamente de crecimiento ilimitado, continúa
teniendo plena vigencia, atando a su lógica a otros conceptos claves, en especial
el de territorio. Por ejemplo, al hacer abstracción de la importancia de
considerar la huella ecológica, de la
existencia de valores no comerciales, de la necesidad de garantizar la
sostenibilidad del desarrollo, y sobre todo, de tener presente el objetivo principal del desarrollo, que es
la población en armonía con la naturaleza.
Por otro lado, la concepción vigente, al colocar cono
objetivo el crecimiento económico, supedita las relaciones que se establecen en el
territorio al cumplimiento de este objetivo,
expresado en variables tales como niveles de inversión y producto bruto
interno. El resultado es el incremento del ingreso per cápita. Aunque este
promedio dista mucho de la realidad y oculta las grandes diferencias que
existen en un país. A pesar de lo cual éste continúa siendo uno de los
indicadores principales que utilizan los organismos internacionales para diferenciar
a países pobre y no pobres. De acuerdo con este enfoque, la inversión a
cualquier precio siempre tendrá preeminencia sobre la población y los
ecosistemas, con el supuesto de que esta inversión a la larga va a traer el
desarrollo.
Y en lo que respecta a los
problemas políticos, legales, técnicos e institucionales encontrados, también están condicionados por el modo actual de concebir el desarrollo
y las relaciones existentes en el territorio: Centralismo, verticalismo, políticas
que favorecen a inversiones no sustentables, ausencia de planificación y marcos
legislativos inadecuados. La existencia de problemas de esta índole no obedece
a consideraciones conceptuales abstractas sino a objetivo y a intereses
concretos que se alimentan de ideas y de percepciones acerca de la realidad,
que legitiman estos intereses y los hacen aparecer como naturales.
[1]
La matriz de análisis cruzado o matriz de análisis estructural es una
aplicación del enfoque sistémico que permite establecer la relación que existe
entre diversos factores y su influencia mutua.
[2] Editorial Planeta,
Barcelona 2000, traducción de Esther Tabasco y Luis Toharia, pp. 19 y
siguientes. (”Introducción”)
[3] El utilitarismo estima la felicidad, el placer, el grado de
cumplimiento del deseo de los individuos teniendo en cuenta variables como el resultado y la utilidad de los actos qué
estos emprenden, y la suma de las utilidades de las acciones de todas las
personas
[4]
Ib. P. 114.
[5] Ver al respecto: “A.
Sen y el Desarrollo como Libertad: La Viabilidad de una Alternativa a las
Estrategias de Promoción del Desarrollo”, María Edo, Departamento de Ciencia
Política y Gobierno, Licenciatura en Estudios Internacionales, Universidad
Torcuato di Tella, Buenos Aires, 2002.
[6] Se refiere a la
relación que existe entre educación básica y asistencia sanitaria y mejora de
la calidad de vida, mejoramiento de ingresos y liberación de la pobreza.
[7] A: Sen: “Desarrollo y
Libertad”, Capítulo 4:” La Pobreza como privación de capacidades”, Ed. Planeta
S.A. Bs. Aires, 2000, p. 118.
[8] Rawls.NBI.
[9]
“Génesis y Evolución del Concepto y
Enfoques Sobre el Desarrollo”, Documento de Investigación, Departamento de
Ciencias Sociales Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, Junio 2006. http://departamento.pucp.edu.pe/ciencias-sociales/images/documentos/marcel_valcarcel.pdf
[10] La Conferencia de
Naciones Unidas sobre el Medio Humano (Primera Cumbre de la Tierra) se llevó a cabo en Estocolmo en1972. El artículo 8 de la Declaración final
estableció que existe una ligazón profunda entre desarrollo económico, social y
medio ambiente. Asimismo, en dicha conferencia se acordó un Plan de Acción para
el Medio Humano. Su cuarta recomendación dio inicio al Programa de Naciones
Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) siendo elegido director ejecutivo Maurice
Strong, empresario canadiense que en la
reunión constitutiva del PNUMA en Ginebra en 1973 acuñó el término “ecodesarrollo”.
[11]
Op. Cit. P. 16
[12]
Ibd. P. 16-17
[13] Ibd. P. 19
[14] Ibd. P. 27.