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Espacio dedicado al estudio y promoción del desarrollo local, los territorios y la descentralización

lunes, 28 de mayo de 2012

PROBLEMAS A TOMAR EN CUENTA EN MATERIA DE ANALISIS TERRITORIAL: CONCEPCION DEL DESARROLLO VERSION CORREGIDA


Gracias a sus aportes y comentarios les hago llegar esta versión corregida del capitulo

Como hemos podido ver a lo largo de este trabajo, los problemas que  pueden  enfrentar los territorios, son muchos y de muy diversa índole: Problemas conceptuales que implican prácticas inapropiadas (modos de pensar desfasados para enfrentar la nueva realidad de los territorios: Noción de territorio, conciencia de su importancia, desarrollo, democracia, saber tradicional); relacionales (relaciones entre los seres humanos, las sociedades y la biósfera, relación bienes-mercado, relación competencia-colaboración, relación global-local,); económicos (iniciativas de inversión poco responsables de cara al medioambiente, inexistencia de instrumentos de medición de la riqueza,  capacidades humanas insuficientes); sociales (pobreza, inequidad social,  conflictividad); políticos y administrativos (democracia no incorpora a la ciudadanía, ausencia de interés público en materia de participación, verticalismo a la hora de tomar las decisiones, centralismo); culturales (consumismo desenfrenado, esclavitud  tecnológica, mal uso del tiempo, sobre todo en el medio urbano, discriminación,  indiferencia ante la riqueza de la diversidad cultural); Institucionales (políticas inadecuadas, ausencia de planificación, marco legislativo inapropiado, limites político administrativos que dividen y no integran a los territorios, poca articulación inter territorial);  ambientales (depredación de los ecosistemas, vulnerabilidad frente al cambio climático).

La utilización de una matriz de impacto cruzado  como una  forma   de ordenar la reflexión[1], revela que los que hemos denominado problemas conceptuales, (desarrollo y democracia, globalización) y relacionales (sobre todo los referidos a las relaciones bienes-mercado y competencia-colaboración)  influyen de manera muy  marcada en los otros. La ausencia de planificación y los marcos legislativos inadecuados, por su parte, son  efectos negativos de los  problemas identificados.

De todos ellos,  el concepto de desarrollo  es el que aparece con mayor frecuencia  como factor condicionante. Esto se debe a que el mismo está muy estrechamente ligado a la de territorio desde que -  por definición -  los territorios  adquieren relevancia  a partir de  la actividad humana orientada ya sea a  garantizar la sobre vivencia,  mejorar la calidad de vida de los habitantes o usufructuar  de sus recursos.  En ese sentido no es tanto en la definición de   territorio sino en la definición de  territorio asociada a “desarrollo”, donde surgen  las mayores divergencias. 



El concepto de desarrollo se refiere en su origen,  a la exigencia  de que  los países del sur eleven sus niveles de vida  insertándose en  la economía de mercado,  y adoptando los valores y las cualidades  de los países industrializados del norte.   Para  lograrlo se proponía, entre otras medidas,   la inversión de capitales, la industrialización y  la redistribución del ingreso.  Este enfoque   tenía una base  no sólo  económica   sino   también    social (cambio de  valores y actitudes), política (surgimiento de nuevas élites, democracia representativa) y cultural (difusionismo).

Debido a la ineficacia para solucionar los problemas que se propuso abordar y al hecho de que el modelo sobre el cual se asienta ha terminado poniendo en riesgo  el   planeta, este enfoque de desarrollo ha sido cuestionado desde muy  diversos ángulos,  y han surgido propuestas  que enfatizan al ser humano, a los eco sistemas o a  los territorios.  A pesar de ello, el enfoque inicial continúa primando para todo fin práctico,  con la novedad de que ahora los países industrializados le  han incorporado un discurso y   prácticas ambientalistas  que no son óbice para que  sus industrias continúen contaminando el planeta y  oponiéndose  a  acuerdos  efectivos de reducción de los  gases de efecto invernadero. De suerte que los países del sur continuamos atados a este modelo,  pero ahora también  a sus políticas ambientales, y adoptamos como  nuestras las iniciativas que se nos ofrece para remediar el daño causado por ellos.

Uno  de los principales dilemas que enfrenta hoy por hoy el territorio-actor es  ser  parte de un engranaje basado en un modelo que más temprano que tarde  va a terminar devorándolo, o construir un nuevo paradigma civilizatorio,  como proponen algunos enfoques actuales  que consideran que en la perspectiva de esta segunda opción  la noción de desarrollo  ha dejado de tener  utilidad  (si alguna vez la tuvo).  Por eso, el debate en torno al modelo de desarrollo está siendo reemplazado por la reflexión en torno  a la pertinencia de un nuevo paradigma  que, lejos de plantear una vuelta de tuerca al pasado,  propone consolidar los avances que ha conquistado la humanidad en los campos intelectual, científico y tecnológico,  situándolos en marcos económicos, sociales, políticos y culturales que estén en concordancia  con estos avances,  y sirvan a toda la humanidad en armonía con la naturaleza.

Pero tan arraigada está la noción de desarrollo que nació  en los años cuarenta, que   la viabilidad de cualquier iniciativa tiende a medirse en primer lugar por su rentabilidad económica y por la ganancia que puede generar, teniendo como supuesto  de muchos, que la suma de estas ganancias va a redundar en beneficio de todos y  a determinar la tasa de crecimiento de un país, que será más desarrollado cuanto más se parezca a los países del norte, como pensaba el pobre López en un conocido cuento de Julio Ramón Ribeyro (“Alienación”).  No es éste por tanto un problema que atañe sólo a autoridades y empresas, sino al ciudadano común que, generación tras generación, ha sido formado en la familia y en la escuela  en esta visión,  que machaconamente se encargan de reafirmar todos los días los medios de comunicación de masas.

Lo que nos lleva  ante todo  a la necesidad de empezar poniendo  en cuestión   el sentido profundo que se le está dando a la vida,   y por consiguiente,   los valores  que sustentan a la sociedad actual, descritos hace ya más de un siglo por  M. Weber en sus estudios sobre la religión, los mismos  que tienen raíces filosóficas  lejanas en el tiempo como lejana es la caracterización  que hace Hobbes del ser humano como “ lobo con piel de cordero”, que ha servido históricamente para justificar con cinismo todas las barbaries perpetradas por los poderosos contra los hombres sencillos.

En esa dirección se encamina Martya Sen cuando afirma que el desarrollo es sinónimo de libertad. Dice Sen en “Desarrollo y Libertad”[2]: “El desarrollo puede concebirse como un proceso de expansión de las libertades reales de que disfrutan los individuos (...) El crecimiento del PNB o de las rentas personales pueden ser desde luego un medio muy importante para expandir las libertades de que disfrutan los miembros de la sociedad. Pero las libertades también dependen de otros determinantes como las instituciones sociales y económicas (por ejemplo los servicios de salud y de atención médica) así como los derechos políticos y humanos (entre ellos la libertad de participar en los debates y escrutinios públicos). (...) El desarrollo exige la eliminación de las principales fuentes de privación de libertad: La pobreza y la tiranía, la escasez de oportunidades económicas y las privaciones sociales sistemáticas, el abandono en que pueden encontrarse los servicios públicos y la intolerancia o el exceso de intervención de los estados represivos. A pesar de que la opulencia mundial ha experimentado un aumento sin precedentes, el mundo contemporáneo niega libertades básicas a un inmenso número de personas, quizás incluso a la mayoría. A veces la falta de libertad inmediata está directamente asociada a la pobreza económica que priva a los individuos de la libertad necesaria para satisfacer el hambre, para conseguir un nivel de nutrición suficiente, para poner remedio a las enfermedades tratables, para vestir dignamente o tener una vivienda aceptable, o para disponer de agua limpia o de servicios de saneamiento. En otros casos, la privación de la libertad está estrechamente asociada a la falta de servicios y atención social”.
Para Martya Sen la riqueza no tiene valor en sí misma sino que constituye un medio para que las personas puedan ejercer sus capacidades con libertad. Y  el desarrollo debe evaluarse no por el nivel de riqueza monetaria que se detente sino por la capacidad de llevar una vida digna de valorar y por el grado de libertad que se  posee. 
Desafortunadamente, dice Sen, la realización de esta aspiración  se encuentra reducida  por la ausencia  de oportunidades  que tienen los seres humanos para desplegar sus  capacidades, sean éstas   políticas,  económicas o  sociales.  .Es paradójico, dice Sen, que en un mundo  en el que el incremento de la productividad y el avance de la ciencia y de la tecnología han dado saltos que eran  inimaginables un siglo atrás, siga existiendo hambre, desnutrición, enfermedades crónicas, insalubridad, que guardan relación directa con las desigualdades que genera el funcionamiento del sistema económico actual,  basado en la fetichización del dinero  y en el utilitarismo a ultranza[3],  enfoque reduccionista que no presta  atención a los derechos y libertades, es indiferente a la distribución de la riqueza y no tiene en cuenta la situación personal, social ni cultural de los individuos. 
En contraposición Sen propone un desarrollo basado en la satisfacción de las necesidades de los seres humanos, en la realización de derechos y en la superación de los problemas que limitan su libertad para su realización  como personas.   Desde esta perspectiva los indicadores que utiliza la economía para medir el desarrollo de un país o de una región,  llámense  PNB ó ingreso per cápita, son insuficientes y resultan muchas veces engañosos. 
En materia de pobreza A. Sen señala que la ventaja de un individuo está estrechamente relacionada con las capacidades que éste posea, es decir, con las libertades de que disfrute para llevar a cabo el tipo de vida que valora. “Desde esta perspectiva – agrega -  la pobreza debe concebirse como la privación de capacidades básicas y no meramente como la falta de ingresos ([4])”. Las razones que aduce son, entre otras: a) La importancia que tiene que un análisis acerca de la pobreza se centre en las privaciones y no en la renta, que es sólo un instrumento para superar estas privaciones; b) La existencia de factores que influyen en la pobreza real además de la renta; c) El hecho de que la relación entre renta baja y ausencia de capacidades varía de acuerdo a muchos factores tales como la edad, el sexo, el rol que se ocupa en la sociedad, el contexto social y político, el territorio, que pueden hacer que la pobreza real sea mayor de lo que indican los ingresos que percibe una persona.
 La noción de libertad de A. Sen, orientada a que el ser humano sea capaz de ser y de actuar de acuerdo con sus valores, tomando las decisiones que considere adecuadas y recuperando  el dominio sobre su vida, remite a reflexionar en torno a los valores de los que estamos hablando, toda vez que  la civilización actual ha impuesto unos “no –valores”  tales como el  individualismo (realización personal a cualquier precio), el consumismo y la competencia descarnada, que  predominan sobre la idea de  de vida en comunidad. La consecuencia es  que  los seres humanos vemos limitada nuestra capacidad real de actuar basados en  valores tales como el respeto a la vida,  la dignidad de las personas,  la libertad o la solidaridad. Como siempre, los menos favorecidos son  los más perjudicados y carecen  en la práctica de derechos. La propia democracia representativa, concebida por Sen   como un valor y el mercado como signo de libertad, se encuentran hoy  profundamente desacreditados por el imperio que ejercen sobre ellos los poderes reales, incluidos los grandes medios de comunicación de masas.  A. Sen no profundiza el análisis en torno a estos poderes reales – aunque sostiene que la pobreza es producto, en buena medida, de una desigual distribución del ingreso,  fuente a su vez de malestar social; y no traza un camino  orientado a encarar a estos poderes de manera eficaz ([5]).  

Por otro lado, A. Sen apuesta por el mercado no sólo como sinónimo de libertad sino también por la apertura económica como portadora de  modernidad y de progreso, y pone como ejemplo concreto la importancia que este hecho tuvo para su país de origen, la India. Dice Sen: “La importancia de esta conexión [6] ha sido objeto de especial atención  en el estudio sobre la India que hemos realizado hace poco en colaboración con Jean Drèze y que trata sobre las reformas económicas. Estas han brindado de muchas formas oportunidades económicas a la población india suprimidas por el excesivo control y por las limitaciones de lo que dio en llamarse “imperio de las licencias”. Y, sin embargo, la oportunidad de aprovechar las nuevas posibilidades no es independiente de la preparación social que tienen los diferentes sectores de la comunidad india. Aunque las reformas debieran haberse realizado mucho antes, podrían ser mucho más productivas si hubiera servicios sociales que permitieran a todos los segmentos de la comunidad aprovechar las oportunidades económicas. De hecho muchas economías asiáticas – primero Japón y después Corea del Sur, Taiwan, Hong Kong y Singapur, y más tarde la China posterior a la reforma y Tailandia y otros países del Este y sureste asiáticos – han conseguido difundir notablemente las oportunidades económicas gracias a una base social favorable, que ha proporcionado el apoyo suficiente y en la que figura el elevado porcentaje de personas que saben leer y escribir, calcular, y que tienen una educación básica; la buena asistencia sanitaria general; unas reformas agrarias completas, etc. La lección de la apertura económica y de la importancia del comercio se ha aprendido más fácilmente en la India que el resto del mensaje procedente de la misma región del sol naciente” [7] 

Por último, para A. Sen la buena vida se sitúa esencialmente en la esfera del consumo e implica el  acceso a bienes materiales para llevar una vida digna: Ingresos económicos, sustento asegurado,  alimentos,  agua limpia  alojamiento, vestido, acceso a energía, calefacción, salud, seguridad; pero también  desarrollo de relaciones familiares y sociales adecuadas, reivindicación de libertades, de un ambiente sano y protección de los ecosistemas.  En ese sentido, más que un listado de necesidades básicas  [8], A. Sen propone el desarrollo de  las capacidades positivas, como él llama a la suma de las principales funciones humanas.  Hay quienes sostienen que estas capacidades positivas  son en realidad la realización de derechos, que en la formulación que hace A. Sen corren el riesgo de invisibilizarse.

Más allá de las críticas que puede merecer el pensamiento de A. Sen,  éste  inaugura una nueva forma de concebir el desarrollo que pone a la persona como centro del interés y que reivindica la importancia de la ética, pero que carece de una formulación concreta que haga posible su concretización. En aplicación de estas ideas  el PNUD ha creado  los Índices de Desarrollo Humano, basándose  en tres variables principales: Salud, educación y vida digna, medidas cada año a fin de monitorear el avance de los países en materia de desarrollo. Acaso esta concretización,  que simplifica y reduce las propuestas de A. Sen sea la única viable en un marco en el cuál las bases del modelo continúan incólumes.   

Además de la de A. Sen, existen otras aproximaciones al desarrollo. El Dr. Marcel Varcárcel  ([9]) relata  que entre 1970 y 1990 surgieron los enfoques  ambientalistas ([10]) y que la Conferencia de Estocolmo en 1972 dio a luz el concepto de eco desarrollo, cuyo posterior  elaboración conceptual correspondió al   economista polaco Ignacy Sachs. Este enfoque  buscaba armonizar la pertinencia social; la  equidad de las soluciones;  la finalidad  ética y social;  la prudencia ecológica; la eficacia económica: la dimensión cultural  y la dimensión territorial (producir nuevos equilibrios espaciales). La Fundación sueca Dag Hammarskjold   en un Informe de 1975, (“Qué Hacer: Otro Desarrollo”) estableció como principios del  desarrollo:   La satisfacción de las necesidades y  la erradicación de la pobreza; Ser endógeno y autónomo; Estar en armonía con el medio ambiente; y, basarse en transformaciones estructurales.
Dice V: “El Otro Desarrollo surge a partir de la disconformidad de la población con “la sociedad de consumo”, la cual a menudo es calificada de “sobredesarrollo” e incluso “mal desarrollo”, así como con la creciente desilusión con el enfoque de la modernización. El consultor suizo Marc Nerfin, en la introducción al libro “Hacia otro Desarrollo: enfoques y estrategias” (1978), dirá que el Informe de la Fundación Dag Hammarskjold intentaba presentar, frente a un fondo general de “mal desarrollo”, un marco conceptual alternativo como un todo consistente y de una forma clara y aceptable“ ([11]).
En los años  80 el documento "Estrategia mundial para la conservación" (PNUMA 1980),  hizo referencia a la necesidad de preservar los recursos vivos para un desarrollo sostenido (crecimiento económico que no vulnerara los ecosistemas,  que fuera  permanente y de largo alcance).  Años más tarde, en  1987 la Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo, presentó  el informe "Nuestro futuro común", que dio  nacimiento al   concepto de desarrollo sostenible, definido como  "Un desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente, sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras, para satisfacer sus propias necesidades".  “A diferencia de los ecologistas puros que parten de la naturaleza – dice Varcárcel -  el Informe Brundtland parte del hombre, de sus necesidades, de su inventiva, de sus instituciones, para desde ahí acercarse a la naturaleza y no al revés. Enfatiza las necesidades humanas, en especial las necesidades de los pobres, a los que otorga atención preponderante. Subraya los límites físicos que el medio ambiente y los recursos naturales ponen al crecimiento económico para satisfacer las necesidades de la generación presente y futura. Y sobre todo, denota pues una preocupación explícita por las generaciones venideras, ausentes, en los anteriores enfoques y estrategias de desarrollo, a las que por primera vez se les dota de derechos ([12]). En concordancia con ello, la “Cumbre de la Tierra” (Río 92) puso énfasis en el hecho de que  el modelo de  desarrollo habría  incentivado el  consumismo y llevado a  poner en peligro los recursos naturales. Dice la declaración de Río:  "Los países industrializados aportarán recursos financieros nuevos y adicionales a los países en desarrollo a fin de cubrir los gastos suplementarios ocasionados por las medidas que hubiera que tomar para hacer frente a los problemas del medio ambiente y para generar el desarrollo sustentable".
 A mediados de los años 70 surgió el enfoque de las “Necesidades Básicas”., que postulaba que  el objetivo  del desarrollo era proporcionar a  los seres humanos la oportunidad de vivir una vida plena. En 1976 (OIT) adoptaría este enfoque señalando que en el año 2000 debería haberse  logrado un adecuado cumplimiento de las necesidades básicas: Mínimos necesarios para el consumo, acceso a servicios esenciales;  trabajo,   entorno saludable  y  participación.  Y acia mitad de los años 80 el economista chileno Manfred Max Neef  escribió: “Desarrollo a Escala Humana: una nueva opción para el futuro”, en el que plantea “dejar de lado  la modernización uniformizadora,  pensar en los valores de uso y  apreciar la diversidad. Plantean distinguir entre necesidades y “satisfactores”. Las primeras no son infinitas ni inescrutables. Parte del diagnóstico que en el mundo se vive una profunda crisis que no sería sólo económica, social, cultural o política. Resultaría de una convergencia de todas ellas pero que en su agregación produce una totalidad que es más que la suma de sus partes (…).

Todo esto sorprende a los países en desarrollo en condiciones de tremenda desventaja y los obliga- con la complicidad de gobernantes y clases dominantes- a enormes sacrificios y costos sociales para “sanear” sus sistemas financieros y pagar los mentados servicios de sus deudas con los acreedores del mundo industrializado. Ante este panorama incierto, más desolador que halagador, las respuestas y búsquedas de alternativas al autoritarismo, al neoliberalismo, al desarrollismo y al populismo, se empantanan en programas inmediatistas, y en balbuceos reactivos o, se reducen a la reivindicación y recuperación de los “niveles históricos” (pág.9). Por último, el equipo de Max Neef considera que frente a la realidad de esta crisis hay también una crisis de propuestas y utopías ». [13]
Finalmente V. hace referencia, entre otras, a la propuesta de desarrollo territorial.  “Robert Chambers, dice, presenta novedosos juicios desde el punto de investigación de una nueva integración del desarrollo, del medio ambiente y de la población a través de la aproximación territorial. Según Peemans:  "El desarrollo es visto como ligado intrínsecamente a la capacidad de consolidar los lazos sociales al interior de colectividades que tienen una base territorial definida. Está relacionado también a la capacidad de las poblaciones de administrar su ambiente natural de una manera viable, a través de la construcción de un cuadro institucional apropiado y de una identidad cultural que tiene su base material en la construcción misma del territorio dado. El desarrollo se enriquece por la diversidad” (texto inédito, p.8. traducción propia) ([14]) ».
Es paradójico que habiendo sido aceptadas (por lo menos en parte) por organismos tales como el PNUD, el PNUMA o la OIT, y existiendo consenso en torno a lo pernicioso del modelo actual, estas propuestas permanezcan,  para todo fin práctico, en el terreno de las ideas utópicas. La concepción de desarrollo como sinónimo de crecimiento, y más precisamente de crecimiento ilimitado, continúa teniendo plena vigencia, atando a su lógica a otros conceptos claves, en especial el de territorio. Por ejemplo, al hacer abstracción de la importancia de considerar la huella ecológica,  de la existencia de valores no comerciales, de la necesidad de garantizar la sostenibilidad del desarrollo, y sobre todo, de tener presente  el objetivo principal del desarrollo, que es la población en armonía con la naturaleza. 
Por otro lado,  la concepción vigente, al colocar cono objetivo el crecimiento económico, supedita  las relaciones que se establecen en el territorio  al cumplimiento de este objetivo, expresado en variables tales como niveles de inversión y producto bruto interno. El resultado es el incremento del ingreso per cápita. Aunque este promedio dista mucho de la realidad y oculta las grandes diferencias que existen en un país. A pesar de lo cual éste continúa siendo uno de los indicadores principales que utilizan los organismos internacionales para diferenciar a países pobre y no pobres.   De acuerdo con este enfoque, la inversión a cualquier precio siempre tendrá preeminencia sobre la población y los ecosistemas, con el supuesto de que esta inversión a la larga va a traer el desarrollo.
Y en lo que respecta a los problemas políticos, legales, técnicos e institucionales encontrados,  también están condicionados  por el modo actual de concebir el desarrollo y las relaciones existentes en el territorio: Centralismo, verticalismo, políticas que favorecen a inversiones no sustentables, ausencia de planificación y marcos legislativos inadecuados. La existencia de problemas de esta índole no obedece a consideraciones conceptuales abstractas sino a objetivo y a intereses concretos que se alimentan de ideas y de percepciones acerca de la realidad, que legitiman estos intereses y los hacen aparecer como naturales.


[1] La matriz de análisis cruzado o matriz de análisis estructural es una aplicación del enfoque sistémico que permite establecer la relación que existe entre diversos factores y su influencia mutua.
[2] Editorial Planeta, Barcelona 2000, traducción de Esther Tabasco y Luis Toharia, pp. 19 y siguientes. (”Introducción”)
[3] El utilitarismo  estima la felicidad, el placer, el grado de cumplimiento del deseo de los individuos teniendo en cuenta   variables como el  resultado y la utilidad de los actos qué estos emprenden, y la suma de las utilidades de las acciones de todas las personas
[4] Ib. P. 114.
[5] Ver al respecto: “A. Sen y el Desarrollo como Libertad: La Viabilidad de una Alternativa a las Estrategias de Promoción del Desarrollo”, María Edo, Departamento de Ciencia Política y Gobierno, Licenciatura en Estudios Internacionales, Universidad Torcuato di Tella, Buenos Aires, 2002.
[6] Se refiere a la relación que existe entre educación básica y asistencia sanitaria y mejora de la calidad de vida, mejoramiento de ingresos y liberación de la pobreza.
[7] A: Sen: “Desarrollo y Libertad”, Capítulo 4:” La Pobreza como privación de capacidades”, Ed. Planeta S.A. Bs. Aires, 2000, p. 118.
[8] Rawls.NBI.
[9] “Génesis y Evolución  del Concepto y Enfoques Sobre el Desarrollo”, Documento de Investigación, Departamento de Ciencias Sociales Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, Junio 2006. http://departamento.pucp.edu.pe/ciencias-sociales/images/documentos/marcel_valcarcel.pdf
[10] La Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Humano (Primera Cumbre de la Tierra) se llevó a  cabo en Estocolmo en1972.  El artículo 8 de la Declaración final estableció que existe una ligazón profunda entre desarrollo económico, social y medio ambiente. Asimismo, en dicha conferencia se acordó un Plan de Acción para el Medio Humano. Su cuarta recomendación dio inicio al Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) siendo elegido director ejecutivo Maurice Strong,  empresario canadiense que en la reunión constitutiva del PNUMA en Ginebra en 1973 acuñó el término  ecodesarrollo”.
[11] Op. Cit. P. 16
[12] Ibd. P. 16-17
[13] Ibd. P. 19
[14] Ibd. P. 27.