http://feeds.feedburner.com/TerritoriosGobernanzaYDemocracia Territorios Gobernanza y Democracia: Pizarra Democracia es escuchar, respetar y tolerar, si no, no es democracia

Espacio dedicado al estudio y promoción del desarrollo local, los territorios y la descentralización

domingo, 28 de abril de 2013

Pizarra

Democracia es escuchar, respetar y tolerar, si no, no es democracia



La democracia supone no  sólo acudir a las urnas cada cierto tiempo, cumplir con unas reglas  y  contar con partidos políticos, sino también, y principalmente, tener una actitud, una forma de comportarnos  y de actuar que  posibiliten  la convivencia pacífica, la vida en armonía y la realización del bien común. Lo cuál supone  reconocer y respetar la existencia del  otro,  tener  tolerancia,  capacidad de escuchar  opiniones  distintas a las nuestras y disposición a ver más allá de nuestros propios intereses.  Desde ese punto de vista, la derecha peruana y  sus socios,  los grandes medios  de comunicación privados,   son profundamente antidemocráticos porque  sólo   aceptan la existencia   de una  verdad, la  que ellos profesan,  y atacan y descalifican  de manera vil y con argumentos vanos, cualquier otro punto de vista que contradiga sus intereses,   a partir de campañas mediáticas que luego se transforman en sondeos de  opinión que van modelando la realidad,  sin la menor posibilidad  que quienes pensamos distinto podamos expresar libremente  nuestras opiniones a través de esos mismos medios, en los cuáles, la desproporcionalidad  en los porcentajes de presencia  es evidente y escandalosa.  Múltiples ejemplos  en los últimos meses sustentan lo dicho.  La compra de la Pampilla por parte del Estado es una pésima idea porque el Estado ha sido, es y será un mal administrador. Santa palabra. No se escucha hablar de  otra cosa en los canales de televisión y casi no se leen opiniones diferentes  en los diarios de circulación nacional, por los que transitan una y otra vez  los mismos personajes intentando que la idea devenga consenso nacional.   Nada acerca de que la gran empresa privada, que tiene como objeto supremo obtener el máximo beneficio con el menor costo posible,  muy pocas veces se ha puesto en el Perú al servicio de las necesidades del público usuario y por el contrario, ha promovido la creación de oligopolios a los cuáles es muy difícil hacer frente porque constituyen el poder real. La cínica parcialización, el bulling  que se hizo recientemente contra  la alcaldesa Susana Villarán, dando crédito y tribuna a los infundios  de personajes a todas luces  interesados en el regreso del ex burgomaestre  de Lima Luis Castañeda,  al sillón de Pizarro. En este caso, como en otros, lo turbio de la campaña y de la propia gestión del susodicho, importaron poco. Así es la política peruana, qué pena, manifestaron los más audaces. Punto y aparte, mañana será otro día. Todo habrá sido olvidado y los actores volverán a ser personas probas, que seguramente volverán a tentar suerte, acaso con éxito, en la arena política.  Como es posible que ya lo esté pensando seriamente el ex - presidente García que no sólo promovió la revocatoria para sacar del medio a Castañeda sino que ahora encabeza  la campaña para destruir a la esposa del  primer mandatario. Nadie se explica cómo, el APRA, siendo un partido con una moralidad tan venida a menos y contando con una representación parlamentaria ínfima, ocupa permanentemente todas las primeras planas en las que sus principales representantes dan lecciones de civismo.  Meses atrás fue el asunto de Conga. Quienes mantuvimos una posición crítica al proyecto de Yanacocha y a la actitud  prepotente de la empresa, fuimos calificados como anti mineros, personas y grupos contrarios al interés nacional,  poseedores de una voluntad política inconfesable, revoltosos, comunistas y terroristas, y lideres como Marco Arana, fueron incluso agredidos y encarcelados, como aquellos otros que encabezaron  protestas en Cajamarca y  en Cusco, por mencionar dos ejemplos.  Paramos de contar. Es posible que los “disidentes”,  los que nos hemos opuestos a la “verdad”,  recordamos al Ministerio de La Verdad de “1984”, como el de la Paz,  no hayamos tenido toda la razón, lo que es normal, pero es imposible que no hayamos tenido algo de razón. ¿Entonces por qué tanto ensañamiento? ¿Es que en un país tan diverso como es el Perú,  el    pensamiento  conservador que se reclama democrático  y pacífico no puede dialogar sin agredir, sin descalifica, sin apelar a la fuerza, sin invisibilizar al otro aprovechando su poder en los medios? Lo cierto es que, como ha sido dicho por otros, en el Perú  sólo se acepta el juego democrático entre los que piensan igual o muy parecido y  la  izquierda sigue sin ser  reconocida ni considerada como expresión de un número muy importante de peruanos que, aunque numerosos, carecen de fortuna y de poder y que no tienen por eso, acceso a la política formal, salvo circunstancias particulares o excepciones que confirman la regla. Y que, como es lógico, se ven por lo tanto obligados a hacer política informal en círculos políticos y culturales, en universidades, en comunidades de base, en sindicatos, en distritos, provincias y regiones.  Lo cual termina configurando la existencia de dos Perues, el Perú de los de arriba y el Perú de los de abajo,  el Perú del centro y el Perú de la periferia, el Perú de los excluidos y el Perú de los excluidores,   el Perú de los que son ciego y son sordos y el Perú de los que protestan porque no son escuchados por los señoritos de saco y corbata. Esté mejor o peor la macroeconomía, la historia y el presente de nuestro país es esa. ¿Es tan difícil ver a dónde nos lleva eso? ¿Hemos aprendido algo de la historia reciente?  Desafortunadamente parece que no. Y porque no queremos repetir el pasado, el reto principal que se impone hoy día es democratizar la democracia construyéndola de abajo hacia arriba y de afuera hacia dentro. El ejemplo empieza por casa. Posiblemente la izquierda pierda la siguiente elección. Es muy difícil que con las actuales reglas de juego podamos aspirar a ganarlas hipotecando en ese vano afán nuestros principios, nuestra identidad, nuestra razón de ser. Pero ¿qué principios, qué identidad? ¿Qué razón de ser? Acá también juega nuestro rechazo a la exigencia del pensamiento único. No existe en el país una izquierda sino varias izquierdas. Todas tienen un poco de razón y otro poco de sinrazón. Parten de historias, de vivencias, de maneras de ver las cosas, diferentes que deben ser respetadas sin demonizaciones, sin llamarse traidores unos a otros, sin creer, como hace la derecha, que uno tiene la verdad por encima de los demás.  Y por lo tanto, cada una de estas izquierdas debe seguir su proceso y consolidarse  como agrupaciones políticas sólidas, descentralistas, con arraigo de bases, con programas claros, con presencia propia en la política peruana.   Si en este proceso es conveniente y factible que estas izquierdas se junten para afrontar los próximos  procesos electorales, en buena hora, esta unidad es bienvenida. Pero para que ello sea así es indispensable confrontar programas   a la luz de un debate público que proponga una agenda de discusión distinta a la agenda dentro de la cual nos quiere encerrar la derecha,  que sea capaz, como dijo una vez González Prada,  de acabar con  el pacto infame de hablar a media voz y que plantee  propuestas concretas a nivel nacional, regional y global.