domingo, 18 de agosto de 2019
martes, 16 de septiembre de 2014
viernes, 11 de julio de 2014
martes, 6 de mayo de 2014
Pizarra
SEN Y MARX Enfoques sobre el desarrollo capitalista y la libertad PARTE 1
Rolando Astarita
Introducción
En los cursos de Desarrollo
Económico se plantea con frecuencia la cuestión de la relación entre el
pensamiento de Amartya Sen y de Marx. Esto no debería llamar la atención. Desde
principios de los años setenta Sen ha venido criticando los conceptos
presupuestos en la teoría ortodoxa sobre el desarrollo, planteando que
cuestiones como las hambrunas y privaciones de amplios sectores de la
humanidad, o la degradación ambiental y la desigualdad de la distribución del
ingreso, en un mundo de riqueza y opulencia, son indicadores de fallas éticas,
políticas y científicas. A este fin Sen elaboró un marco conceptual
relativamente novedoso para el análisis y las políticas de desarrollo
económico, en la tradición aristotélica, pero también hace frecuente
referencias a Marx en apoyo de sus propias posiciones. Por ejemplo, cuando
trata la relación entre la libertad de los seres humanos y sus capacidades y
condicionamientos para ejercerla; su tesis de que la igualdad distributiva
debería tener en cuenta las distintas necesidades y capacidades de las
personas; o que el fin último del desarrollo es el despliegue pleno de la
capacidad de hacer y de la libertad. También cita a Marx en apoyo de su planteo
sobre que el mercado es sinónimo de la libertad individual; y ha apelado
incluso a la teoría marxista del fetichismo de la mercancía para criticar la
identificación del desarrollo con el aumento del ingreso, total o per cápita.
Una de las tesis centrales de Sen es que el aumento de la riqueza no puede ser
un fin en sí mismo, sino un medio para vivir mejor; que el desarrollo debe
evaluarse por la capacidad de las personas de llevar una vida que sea digna de
valorar; y que un componente esencial de esta mejor vida, así como un medio
para lograrla, es la libertad. Incluso en lo que respecta a la democracia, Sen
no la identifica simplemente con el gobierno que vota la mayoría, sino
establece otras condiciones normativas, como una distribución equitativa del
poder. Estos planteos otorgan al trabajo de Sen un contenido humanista, que
tiene puntos de contacto con la obra de Marx. Además Sen, a igual que Marx, ha
criticado el utilitarismo, que subyace en el enfoque neoclásico, y en
particular en la economía ortodoxa del bienestar y las teorías de la elección
racional. En cuanto a su formación como economista, Sen ha reconocido la influencia
de Marx desde los tiempos en que era estudiante.[1][1]
A la vista de todo esto es lógico
que quienes no conozcan la obra de Marx se lleven la impresión de que existen
importantes coincidencias entre éste y Sen; por lo menos en lo que atañe a
problemáticas esenciales sobre los fines últimos del desarrollo.
Sin embargo, también es un hecho
que Sen ha sido aceptado por la teoría económica oficial. Además de haberle
sido otorgado el premio Nóbel de Economía, Sen ejerce hoy una indudable
influencia en los organismos internacionales. Así, y de manera significativa,
el Human Development Report del PNUD
ha tomado, desde 1990, el “desarrollo humano” como parámetro evaluativo del
desarrollo; el “desarrollo humano” se define en relación a la formación,
expansión y uso de las capacidades humanas. Otros organismos internacionales,
como el Banco Mundial, también abandonaron la medición del desarrollo por el
mero crecimiento del producto. ¿Es Sen entonces un “semi marxista”, con raíces
aristotélicas, devenido en vocero del establishment
económico ilustrado?
Nuestra respuesta es que a pesar
de puntos de contacto entre Sen y Marx, la diferencia entre ambos autores es
profunda, y esto explica por qué Sen ha podido ser asimilado, con todos sus
reparos a la ortodoxia más intransigente, en el mainstream de la teoría académicamente reconocida. Algo que en
absoluto sucede con Marx; la teoría de éste sigue siendo “intragable” para
cualquiera de las variantes de la corriente principal.
El objetivo de estos apuntes de
clase, por lo tanto, es tratar de clarificar esta problemática. Para esto
tomamos como punto de referencia un texto maduro e importante en la obra de
Sen, Desarrollo y libertad, y
sintetizamos sus principales ideas.[2][2] Nuestro objetivo
no es suplantar la lectura de Sen, sino recordar algunos de sus planteos
relevantes para el análisis de su relación con Marx.
En una segunda parte explicamos
la concepción de Marx sobre el desarrollo, y su vinculación con las
perspectivas últimas de la libertad y las capacidades humanas, y realizamos una
comparación con las tesis de Sen.
I. Panorama de la concepción de Sen
La crítica de Sen a las
evaluaciones comunes del desarrollo
En Desarrollo y Libertad Sen comienza constatando que vivimos en un
mundo de opulencia económica sin precedentes, que hubiera sido difícil de
imaginar hace cien o doscientos años; y que esa opulencia se acompaña de la
consolidación de sistemas de gobiernos democráticos y participativos, que
constituyen un modelo superior de organización política. Gracias a esto los
seres humanos viven más, y entre las regiones del mundo se pueden mantener más
lazos que nunca en el comercio, las comunicaciones, las ideas. Sin embargo,
agrega Sen, también hay notables privaciones, miseria y opresión; persistencia
de hambrunas, violación de libertades democráticas, falta de atención a los
intereses y a las capacidades de hacer de las mujeres, degradación del medio
ambiente. Estos problemas se encuentran tanto en los países ricos como pobres,
y la cuestión del desarrollo económico es discutir cómo se superan.
A partir de esta problemática,
Sen introduce una de sus ideas fundamentales: que la ampliación de la libertad de agencia individual es la clave para
hacer frente a esos males, y que las instituciones sociales, políticas,
culturales, etcétera, ocupan un lugar
fundamental en el grado y el alcance de esa libertad. De manera que la
ampliación de la libertad individual es un medio para lograr el desarrollo.
Pero ¿qué es precisamente
desarrollo? La respuesta a esta pregunta constituye otro de los ejes de su
pensamiento. Sen considera, en primer lugar, que el concepto de desarrollo
tiene una fuerte carga valorativa, ya que proporciona criterios para decidir cuáles
son los cambios sociales beneficiosos, y que el desarrollo debe definirse en
relación a lo que los seres humanos pueden y deberían ser y hacer. En este
respecto reconoce que existe una ética del desarrollo; más precisamente, que
debe definirse cuál es la categoría ética fundamental a partir de la cual
puedan delimitarse los otros conceptos éticos, que hacen al desarrollo. Pero
esta ética, según Sen, no se funda en alguna metafísica o “esencia humana”
transhistórica, porque esto implicaría establecer una ética por fuera e
independiente de nuestras elecciones reales, de nuestra auto-comprensión,
esperanzas, miedos y creencias (Crocker, 1992). Sen no busca una ética por
fuera del discurso humano; piensa que una ética del desarrollo debe construirse
en relación dialéctica con la investigación empírica acerca de qué causa o
impide un buen desarrollo, o qué genera hambre, pobreza y desocupación; y a
partir de esta investigación normativa y empírica, discutir políticas y
prácticas del desarrollo (ídem).
De esta manera procura superar la
dicotomía entre los que buscan una verdad no histórica –visión absolutista– y
los que caen en el relativismo, que dice que las verdades son meramente
locales. Sen indaga en la experiencia humana y el discurso y hace una investigación
evaluativa de las cosas que hacen los seres humanos y que deberían contar como
intrínsicamente valiosas en sus vidas; en otras palabras, hay que preguntarse
qué cosas son tan importantes que una vida no sería una vida humana sin ellas.
Esta investigación evaluativa de lo que es más esencial y profundo de nuestras
vidas no necesita entonces de una fundamentación metafísica externa, porque
claramente puede ser una forma de mirarnos a nosotros mismos. De esta manera
Sen –y Nussbaum–[3][3] vuelven a preguntas
del eudemonismo (o sea, lo que hace a la felicidad) griego clásico, tales como
¿Qué deberíamos entender por un florecimiento humano y comunal? ¿Cómo deberían
ser nuestras vidas? ¿Qué tipo de cosas son intrínsicamente buenas para los
seres humanos? ¿Son los bienes intrínsicamente valiosos? ¿En qué espacio ético
deberíamos actuar? (Crocker, 1992).
Basado en esta investigación, Sen
propone que la mejor categoría de preocupación moral, que debe regir la
disciplina del desarrollo, es el espacio ético de los funcionamientos y
capacidades humanas. Lo intrínsicamente valioso y valuable para los seres
humanos, y lo que provee la base para futuras investigaciones, son ciertos
tipos de funcionamientos humanos, formas de ser y hacer, y las capacidades
(libertades) para funcionar así. De manera que el desarrollo, según Sen, consiste en la ampliación de la libertad y
las capacidades básicas de que disponen los individuos. Vemos entonces que
su enfoque es ético y normativo, aunque debe aclararse que su preocupación por
estas cuestiones comenzó como una preocupación por los problemas evaluativos, y
una crítica a concepciones tradicionales. Un panorama de esta crítica nos
permite entender mejor el planteo de Sen. Concretamente, critica tres enfoques
básicos:
a) el que se concentra en la
riqueza y la renta, o sea, en los bienes disponibles;
b) el que evalúa el desarrollo
con una perspectiva utilitarista, esto es, hace eje en la satisfacción mental;
c) el que pone el énfasis en los
procedimientos y defiende una concepción negativa de la libertad.
Precisemos entonces las críticas
fundamentales a cada una de estas concepciones.
[1][1] Si bien la enseñanza de economía que recibió
en India era estrictamente neoclásica, Sen cuenta que la influencia de Marx era
muy grande entre los estudiantes. Luego Sen marchó a Cambridge, Inglaterra,
para hacer el PHD y se encontró que allí la influencia de Marx se hacía sentir
en el medio académico. Sen siempre reconoció la influencia de Maurice Dobb, uno
de los marxistas más referenciados y prestigiados por aquellos años.
[2][2] Cuando citamos sólo el número de página nos
referimos entonces a este libro de Sen. Para una visión general de la obra de
Sen también nos basamos en Crocker (1992).
[3][3] Nussbaaum es una filósofa especialista en
ética aristotélica, que trabaja en estrecha colaboración con Sen, y ha
realizado también una extensa crítica a los fundamentos de la economía ortodoxa
habitual, con particular atención a sus consecuencias para la economía del
desarrollo.
lunes, 8 de julio de 2013
Pizarra
Bajo la vigilancia de los Cinco Ojos
Las filtraciones de Snowden son la punta del iceberg de
una red global de espionaje de señales liderada por EEUU, Reino Unido, Canadá,
Australia y Nueva Zelanda
La opinión
pública y la clase política de Gran Bretaña y Estados Unidos quizá no quieran
llegar a comprender nunca del todo la importancia del torrente de revelaciones
sobre las escuchas electrónicas en todo el mundo que ha denunciado el exespía fugitivo Edward Snowden, pero para el resto del mundo, y en especial para
Europa, es un momento trascendental.
Los líderes
políticos europeos deben hacerse una serie de preguntas: ¿Desde cuándo los
derechos humanos no son universales? ¿Cuándo y cómo decidió el mundo no
anglosajón renunciar a los derechos de propiedad intelectual, la confidencialidad
comercial y la privacidad personal a cambio del privilegio de almacenar o
procesar sus datos en Estados Unidos?
Los documentos
filtrados revelan el
secreto del que se rodearon Estados Unidos y Gran Bretaña para concederse
poderes legales que les autorizaban a espiar todas las comunicaciones
personales y comerciales de cualquier sistema mundial de telecomunicaciones que
estuviera a su alcance. Que las comunicaciones intervenidas tuvieran o no alguna
relación con el terrorismo o la delincuencia era algo desconocido e irrelevante. Todo era susceptible
de ser examinado. Sin órdenes judiciales.
Dicho de otra
forma, los servicios secretos británicos han prostituido la situación
geográfica del país y la facilidad que le proporcionaba para reunir datos
europeos con el fin de reivindicar un poder secreto: el hecho de que el Reino Unido se ha
convertido en una superpotencia mayor que Estados Unidos en espionaje de Internet.
La organización multinacional de escuchas UKUSA, creada
por varios tratados secretos de posguerra entre Estados Unidos y Gran Bretaña,
se llama hoy a sí misma los Cinco Ojos. Las agencias que forman parte de ella
compiten por ver quién tiene más penetración en las comunicaciones privadas y
comerciales a través de Internet.
Los Cinco Ojos
son los servicios de inteligencia de señales (SIGINT) de Estados Unidos, el
Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Engloban la Agencia de
Seguridad Nacional estadounidense (NSA) y el Cuartel General de Comunicaciones
del Gobierno británico (GCHQ). En los documentos se encuentran numerosos
comentarios informales que demuestran que la mayor satisfacción, para los
agentes de los servicios de inteligencia, es vigilar todo, franquear el mayor
número posible de sistemas de privacidad.
Los papeles
muestran que los miembros de los Cinco Ojos parecen competir entre sí por ser
los más poderosos en su mundo supranacional y secreto. También enseñan que,
aunque se aplican con precisión las normas legales cuando intervienen
comunicaciones de sus propios ciudadanos, no tienen ese cuidado, en absoluto,
cuando se trata de ciudadanos extranjeros.
Según los documentos
filtrados por Snowden, hoy, mañana y
todos los días desde hace tres años, cualquier dato, correo electrónico,
archivo o mensaje de texto que sale de Europa para su tratamiento en Estados
Unidos tiene muchas probabilidades de que lo copie y lo analice un sistema de
vigilancia británico cuyo nombre en clave es Tempora.
La vigilancia abarca redes de correo electrónico de
empresas estadounidenses como Google y Microsoft y el sistema de telefonía por
ordenador Skype, además de llamadas telefónicas corrientes que se dirigen a
Estados Unidos o cruzan el país debido a la enorme capacidad de tráfico de
datos a través del Atlántico norte.
Cada elemento
de información enviado a través de los enlaces intervenidos se copia y se
retiene durante tres días mientras los ordenadores de los servicios de
inteligencia británicos lo examinan y extraen la información sobre los
remitentes y los destinatarios. Luego se selecciona el contenido de algunas
comunicaciones concretas para guardarlo de manera indefinida.
El resto, la
información sobre quién ha llamado a quién o quién se ha conectado con quién,
se filtra y se transfiere a otro sistema de almacenamiento informático. Después
de clasificarla y filtrarla, la información de Tempora pasa a formar parte de
una gigantesca base de datos común sobre quién ha llamado a quién o quién se ha
conectado con quién en cualquier momento y desde cualquier lugar.
Puede existir
aún cierto grado de protección para una minoría de comunicaciones que circulan
por cables submarinos que no llegan a Gran Bretaña, sino directamente de
Norteamérica al continente europeo, a las costas de Francia, España y Portugal.
No sabemos. Snowden seguramente sí, pero todavía no ha revelado si esos cables,
cuando tocan tierra en Estados Unidos y Canadá, también están intervenidos y
permiten que se capturen y procesen sus datos allí. Parece probable, dadas las
costumbres de las agencias colaboradoras en otros tiempos.
Que los datos interceptados tengan o no que ver con el
terrorismo o la delincuencia es algo irrelevante
La dimensión y
la ubicuidad de este programa de vigilancia suscita un interrogante real e
inmediato para los países y las instituciones europeas, porque las revelaciones
de Snowden confirman también que ninguna cosa que llegue a través
de Internet del extranjero a Estados Unidos o los proveedores estadounidenses
de Internet va a poder seguir siendo privada.
Desde hace
meses están en marcha unas delicadas y complejas negociaciones entre la UE y
Estados Unidos sobre la protección de datos en la nube de almacenamiento
y procesamiento remoto de datos. Con las revelaciones, se han sumido en el
caos.
Los activistas
británicos, alemanes y holandeses llevan mucho tiempo intentando alertar al
mundo sobre la importancia de una ley actualizada que aprobó Estados Unidos en
2008 y que autoriza al gobierno federal a emitir órdenes judiciales secretas
para exigir a las empresas de Internet que entreguen todos sus datos originados
en el extranjero.
La nueva ley se
aprobó en parte para legalizar la vigilancia secreta de las redes de telefonía
dentro y fuera de Estados Unidos, que el Gobierno norteamericano emprendió poco
después del 11-S. El sistema se conoce como “escuchas sin orden
judicial”. Las nuevas normas concedían a las empresas estadounidenses que
hubieran cumplido las demandas secretas del gobierno de entregar los datos
inmunidad procesal frente a posibles querellas de los clientes cuyos datos se
copiaran.
El presidente Obama, que entonces era senador, votó a favor.
La nueva norma
es la Ley de Enmienda de la Ley de Vigilancia de la Inteligencia Extranjera
(FISAAA, en sus siglas en inglés), aprobada en 2008. Es la versión revisada de
una ley de 1978, aprobada después de que las investigaciones sobre el Watergate
sacaran al descubierto programas de espionaje ilegal por parte de los servicios
de inteligencia estadounidenses. Las informaciones dieron pie a que el senador
Frank Church, que presidía el principal comité investigador, advirtiera de que
el poder de la NSA le daba “la capacidad… de implantar una tiranía total”.
Treinta años
más tarde, da la impresión de que ese era el plan.
No solo FISAAA
no exige que la vigilancia se lleve a cabo exclusivamente en casos de
terrorismo o crímenes graves, sino que especifica que autoriza todas las formas
de espionaje político y económico de ciudadanos extranjeros. FISAAA protege a
los estadounidenses del espionaje generalizado y sin orden judicial, pero a
nadie más. En concreto, autoriza la recogida de datos sobre cualquier
“organización política de origen extranjero” o que tenga que ver con cualquier
“territorio extranjero y que esté relacionada con la política exterior de
Estados Unidos”. En la práctica, a no ser que uno sea ciudadano estadounidense
y viva en Estados Unidos, no hay ningún límite.
El hecho de que
Estados Unidos siempre ha llevado a cabo ese espionaje lo reconoció en marzo de
2000 el exdirector de la CIA James Woolsey cuando respondió al informe del
Parlamento Europeo sobre la red Echelon
de espionaje de los satélites comerciales de comunicaciones (yo fui el autor de dicho informe).
Al explicar
“por qué espiamos a nuestros aliados”, Woolsey bramó y añadió: “Sí, amigos del
continente europeo, os hemos espiado. Y es verdad que usamos ordenadores para
clasificar los datos mediante palabras clave”. Dijo que lo hacían porque, en su
opinión, las empresas europeas pagaban sobornos.
El informe sobre
Echelon derivó en la presentación de numerosas recomendaciones de sobre
protección de la privacidad y seguridad comercial en el Parlamento Europeo. Todas se aprobaron en
2001. Seis días después, los terroristas golpearon Nueva York y Washington. Y
las recomendaciones quedaron olvidadas, hasta ahora.
Los defensores
europeos de los derechos digitales alegan que FISAAA autoriza “la vigilancia
general de ciudadanos no estadounidenses por parte de servicios de seguridad
estadounidenses” y que es incompatible con los derechos fundamentales
establecidos en la Carta Europea de los Derechos Fundamentales y el Convenio
Europeo de Derechos Humanos.
En vista del
caso Echelon y otras controversias anteriores, la comunidad internacional
sospecha desde hace decenios que la organización global de escuchas
electrónicas dirigida por los anglosajones ha obtenido acceso secreto a
prácticamente todas las comunicaciones civiles y militares del mundo y con
fines muy diversos; no solo para combatir el terrorismo y el crimen, que están
dispuestos a confesar, sino también para obtener informaciones económicas,
políticas y personales de todo tipo.
Estas sospechas se han visto confirmadas por la
abundancia de documentos ultrasecretos que Snowden ha entregado a los periódicos
británicos y estadounidenses. Políticos alemanes de todas las áreas del
espectro político, incluida la ministra de Justicia Sabine
Leutheusser-Schnarrenberger, han calificado las acciones de británicos y
estadounidenses de “catástrofe”.
Las revelaciones
de Snowden confirman hasta qué punto los servicios de SIGINT han integrado a su
personal, sus sistemas de vigilancia y sus actividades de espionaje. Aunque
Snowden es estadounidense y
trabajaba en Hawai, al parecer
tenía acceso a una gran variedad de documentos ultrasecretos que eran obra y
parte del GCHQ británico. Entre ellos están los informes de una gran operación
de vigilancia contra las delegaciones invitadas a la cumbre del G20 celebrada
en Londres en 2009. Los blancos del espionaje eran, todos, socios de Estados
Unidos y Gran Bretaña, además de otros Estados más pequeños como Turquía y
Suráfrica.
El gobierno
británico ha puesto como condición para conceder licencias de cables submarinos
que, cuando esos cables lleguen a suelo británico, haya siempre dos conexiones
en la costa. Un enlace va al teléfono o la red de internet normales; el otro va
en secreto a unos centros de inteligencia situados en Buda, en la costa oeste
de Cornualles, o a la sede el GCHQ en Cheltenham, en el centro de Inglaterra.
Otras bases de recogida de datos están situadas en Chipre y en la Isla de la
Ascensión, en el Atlántico sur.
Otra gran base
más de escucha que posee en Estados Unidos se encuentra en el norte de
Inglaterra, en Menwith Hill, Yorkshire. Está especializada en interceptación de
satélites, y al parecer logró intervenir las llamadas del presidente ruso Putin
durante su asistencia a la cumbre de 2009.
Cualquier dato que sale de Europa para EEUU tiene muchas
probabilidades de acabar en el sistema británico de vigilancia Tempora
Snowden ha dado
a conocer asimismo detalles de un programa de la NSA llamado Prisma, que
permite a los agentes de Estados Unidos y los demás países de los Cinco Ojos
tener acceso a los historiales completos y el contenido de nueve grandes
empresas de servicios de Internet, entre ellas Google y Facebook.
Los ciudadanos
estadounidenses se han enterado, gracias a las revelaciones, de que sus
comunicaciones privadas no han quedado totalmente a salvo de la vigilancia de
la NSA. El primer dato que se dio a conocer fue una orden judicial secreta,
renovada de forma automática cada tres meses, que exige que la compañía
telefónica Verizon entregue todos los registros de llamadas al FBI y la NSA. La filtración de la orden confirmó que las empresas
telefónicas de Estados Unidos han estado entregando sistemáticamente toda la
información sobre todas las llamadas de teléfono hechas y recibidas en Estados
Unidos. La costumbre, que comenzó por orden del presidente Bush tras el 11-S, ha continuado y se ha ampliado con
el presidente Obama.
Si bien las
autoridades británicas y estadounidenses alegan que han actuado dentro de la
ley y para proteger a la sociedad, no parecen muy interesadas por el daño que
hacen a las sociedades democráticas y la libertad de expresión solo con la
existencia de su sistema de espionaje. La vigilancia generalizada y sin objetivos
específicos conduce de inmediato a la autocensura, la inhibición de la
disidencia y, en los casos más extremos, la restricción de la libertad de
reunión y la libertad de comunicación.
Las peores
víctimas son el discurso democrático y la participación ciudadana. Los
activistas como el experto británico en privacidad Caspar Bowden dicen que
“todavía estamos a tiempo de despertarnos e interrumpir nuestra larga marcha
sonámbula hacia una irreversible pérdida de soberanía sobre nuestros datos en
la nube”. Para que sea así, las instituciones de la UE tendrán que actuar de
manera decisiva y detener la invasión de nuestra privacidad que nos llega del
otro lado del canal de la Mancha.
raducción de
María Luisa Rodríguez Tapia.
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