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miércoles, 4 de enero de 2012

LA METRÓPOLI DE LOS INDIVIDUOS: ALAIN BOURDIN

No deja de ser sugerente incorporar en el análisis territorial el enfoque de los fenómenos complejos que concibe a la historia como un proceso dinámico y plantea  que el rumbo general de un sistema puede modificarse de manera imprevisible debido a la modificación del comportamiento de uno de sus componentes, que en el caso que nos ocupa puede ser económico pero también social o cultural. Sobre esta base la modelización  de los cursos diversos que puede tomar un sistema  a partir del comportamiento de sus agentes  es un ejercicio útil  para prever los horizontes posibles, a pesar de la gran cantidad de información que se necesita sobre las variables sobre las que se trabaja y que el ejercicio, como señala la misma D: Pumain, aún no ha logrado los niveles de previsión y previsibilidad deseados.

No obstante, autores como Alain Bourdin ([1]) sostienen que los discursos que hacen de la ciudad un objeto abstracto e inmóvil, resumido en cifras y en modelos, no logran solucionar el problema principal que dificulta la compresión de la naturaleza y la dinámica de los territorios: El dualismo. Señala en efecto Bourdain  que este dualismo consiste  en hacer de la ciudad el resultado de un determinismo social, económico o político, donde la “materialidad urbana”  es tratada como el contenedor y la vida social como contenido. Esta distinción, según el autor, soporta cada vez menos la prueba de los hechos: “Un servicio de distribución de agua o electricidad es indisolublemente material, económico y social. Una estación, in centro comercial,  o un departamento, mezclan las interacciones interindividuales, las percepciones y los entornos ambientales, con la dimensión física de los lugares y con la conexión a redes, sobre todo de información “([2]).  Recoge  la idea simmeliana d la “forma” entendida como el conjunto  indisociable fondo-forma cuya interacción crea algo nuevo y distinto (“acción recíproca”), y sostiene que la metrópoli  es un conjunto material e inmaterial que crea una determinada civilización, la “civilización de la metrópoli”, retomando en  cierta forma el hilo conductor de dos artículos paradigmáticos: “Metrópoli y Mentalidad” (Simmel, 1903 [3] ) y “El Urbanismo como Modo de Vida”(Luis Wirth, 1938 [4]). Como se recuerda, para Simmel  la metrópoli de fines del siglo XIX y comienzos del XX era antes que  un objeto, un lugar dónde se forja una nueva manera de concebir la sociedad, marcado por la racionalidad,  en el que cobra importancia la experiencia individual y cristalizan las “figuras sociales” y  el “tipo metropolitano”.Primero R. Park y Luego L. Wirth , como expresiones significativas de la Escuela d Chicago, llevarían este enfoque a Norteamérica, enfatizando uno las características culturales de los grupos sociales,  y el otro, la densidad social. 
Sobre estas bases Bourdin analiza lo que él llama “Metrópolis de los individuos” reflexionando en torno a esta relación entre individuo y sociedad en el marco del proceso de globalización, que le da un cariz especial a esta relación; y desarrolla aspectos tales como el consumo, la vida cotidiana, la movilidad, la inseguridad, los contornos que adquiere la metrópoli.
Termina señalando que el concepto de territorio, tiene usualmente tres acepciones: a) El territorio definido como espacio de un soberano, de una autoridad política o miliar, pero también de una religión o cultura; b) El territorio como una realidad etológica: El espacio utilizado y apropiado por un grupo o individuo, con dos variantes: Una naturalista (Konrad Lorenz), donde el territorio es inmutable; y una culturalista (Gofmann)  dónde éste es construido y reconstruido sin cesar.: c) El territorio como un sistema en equilibrio que asocia el espacio, la economía y la sociedad. Realidad multidimensional, portadora de un “equilibrio dinámico”. Para el autor hoy en día es cada vez más difícil enmarcar a los territorios dentro de  estas tres acepciones.  La primera y la segunda definición, por ejemplo,  resisten mal el hecho de que hoy existan muchas soberanías y que cada quién se apropie y se represente en su propio territorio. La tercera definición encontraría aún  mayores dificultades porque las definiciones clásicas de territorio,  fundadas sobre la base de la articulación centro-periferia, con fronteras definidas y con la idea de una concentración y dinámica en los lugares centrales,  colisionan con la existencia de centralidades múltiples y  territorios con fronteras diluidas. Urge entonces reflexionar en torno a la pregunta: ¿de qué territorios estamos hablando hoy en un contexto de globalización? 


[1] Sociólogo y urbanista, profesor  en la Universidad de París VIII, Director del Instituto Francés de Urbanismo.  Para las referencias utilizadas ver: “La Métropole des Individus”, L’Aube, Essai, París 2005.
[2] Ibd. P 11.
[3] “Las Grandes Urbes y la Vida del Espíritu”, en Simmel:”El individuo y la libertad”, Península, Barcelona 1986.
[4] Publicado en el número 44 de la revista American Journal of Sociology”. La versión utilizada corresponde a la traducción de Víctor Sigal, Ediciones “·3”, Bs. Aires 1962.