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lunes, 11 de febrero de 2013

Pizarra

Acerquemonos más a la gente



Por lo general existen diversos errores  cuando se analiza al llamado sector E.   Así por ejemplo, los sociólogos o  los politicologos  poco advertidos  tienden a relacionar de manera mecánica situación económica  con  comportamiento social u opción política. De acuerdo con ello,  para algunos  una persona pobre   tenderá  siempre    a preferir a  aquel  que establece con ella  una relación clientelar; Y para otros, si se es pobre  se debe ser forzosamente de izquierda de lo contrario,  la izquierda es ineficiente.   
Los políticos tradicionales, por su parte, consideran erróneamente que en el  llamado sector E  basta  el insulto para sostener una campaña que debe basarse en ideas.  Recorriendo algunas grandes avenidas de Lima se puede leer “Susana haragana”, “Susana pituca”, “Susana incapaz”, “Susana coimera”, “Susana vaga” “Lima está parada”. Pero la gente sabe que los que mienten o los que insultan, los que denigran a la persona o recurren a los gritos destemplados, no tienen argumento ni razón, sino son movidos por  el odio, el revanchismo,  la envidia o  el dinero.   Los resultados están a la vista. El repunte del NO es un baldón para aquellos que han  subvalorado  la capacidad racional y  la sensatez de los pobres.
Pero también hay quienes creen que la lucha en el sector E se limita al  contabilizar el  número de peldaños o de escaleras construidas por una u otra gestión municipal.
El llamado sector E en Lima  [1] los 822,200 hogares que  tienen ingresos inferiores a los 273 soles mensuales está compuesto de hombres y mujeres de carne y hueso, gente sencilla y trabajadora,  que vive el día a día, que  habita en lugares poco adecuados, que busca progresar, educar a sus hijos, tener una buena atención de salud y que, en ese sentido, no puede darse el lujo  de dar batallas cuando puede no darlas porque está ocupada en otra cosa. Son personas   que deben reunirse a las nueve de la noche para programar las actividades comunes orientadas a mejorar el barrio, y levantarse a las cuatro de la mañana los domingos  para hacer sus faenas comunales. Se siente agredida e insultada por el menosprecio, el racismo y la discriminación  de aquellos que se consideran  cultural, económica o socialmente superiores, o cuando les regalan fideos a cambio de votos.  No es un número en las encuestas.  No   es masa de maniobra ni de izquierdas ni de derechas.   Es más, por lo general no cree ni en unas ni en las otras porque están hartas de ofrecimientos incumplidos, de palabras vanas.  Como tampoco cree en lo que le dicen los periódicos o la televisión. Pero tiene sueños,  cree en  “otro mundo es posible” aplicado a su propia  realidad cotidiana. No nos haría mal analizarla realidad social  sin grandilocuencias, acercándonos un poco más a la gente, respetándola. Seguramente nos llevaremos más de una sorpresa.


[1]   Macroconsult, RS No 18 del 12 de Mayo del 2011   de acuerdo a los datos de la Encuesta de Hogares del INEI.