Por lo general existen diversos
errores cuando se analiza al llamado
sector E. Así por ejemplo, los sociólogos o los politicologos poco advertidos tienden a relacionar de manera mecánica
situación económica con comportamiento social u opción política. De
acuerdo con ello, para algunos una persona pobre tenderá
siempre a preferir a
aquel que establece con ella una relación clientelar; Y para otros, si se
es pobre se debe ser forzosamente de
izquierda de lo contrario, la izquierda
es ineficiente.
Los políticos tradicionales,
por su parte, consideran erróneamente que en el
llamado sector E basta el insulto para sostener una campaña que debe
basarse en ideas. Recorriendo algunas
grandes avenidas de Lima se puede leer “Susana haragana”, “Susana pituca”,
“Susana incapaz”, “Susana coimera”, “Susana vaga” “Lima está parada”. Pero la
gente sabe que los que mienten o los que insultan, los que denigran a la
persona o recurren a los gritos destemplados, no tienen argumento ni razón,
sino son movidos por el odio, el revanchismo,
la envidia o el dinero. Los resultados están a la vista. El repunte
del NO es un baldón para aquellos que han
subvalorado la capacidad racional
y la sensatez de los pobres.
Pero también hay quienes
creen que la lucha en el sector E se limita al
contabilizar el número de
peldaños o de escaleras construidas por una u otra gestión municipal.
El llamado sector E en
Lima [1]
los 822,200 hogares que tienen ingresos
inferiores a los 273 soles mensuales está compuesto de hombres y mujeres de
carne y hueso, gente sencilla y trabajadora, que vive el día a día, que habita en lugares poco adecuados, que busca
progresar, educar a sus hijos, tener una buena atención de salud y que, en ese
sentido, no puede darse el lujo de dar
batallas cuando puede no darlas porque está ocupada en otra cosa. Son personas que
deben reunirse a las nueve de la noche para programar las actividades comunes
orientadas a mejorar el barrio, y levantarse a las cuatro de la mañana los
domingos para hacer sus faenas
comunales. Se siente agredida e insultada por el menosprecio, el racismo y la
discriminación de aquellos que se
consideran cultural, económica o
socialmente superiores, o cuando les regalan fideos a cambio de votos. No es un número en las encuestas. No es masa de maniobra ni de izquierdas ni de
derechas. Es más, por lo general no cree ni en unas ni
en las otras porque están hartas de ofrecimientos incumplidos, de palabras
vanas. Como tampoco cree en lo que le
dicen los periódicos o la televisión. Pero tiene sueños, cree en “otro mundo es posible” aplicado a su propia realidad cotidiana. No nos haría mal analizarla
realidad social sin grandilocuencias, acercándonos
un poco más a la gente, respetándola. Seguramente nos llevaremos más de una sorpresa.
[1] Macroconsult, RS No 18 del 12 de Mayo del 2011
de
acuerdo a los datos de la Encuesta de Hogares del INEI.